Entre los años 1969 y 1973, el crecimiento económico brasileiro fue un modelo. La dictadura militar establecida en 1964 contaba con un grupo de tecnócratas que algunos querían imitar hasta en la República Dominicana.
Era entonces general del Ejército y Presidente del Brazil, así, con la letra zeta, Emílio Garrastazu Médici.
Abogado, político zorro de vasta experiencia, era el Presidente Richard Nixon de los Estados Unidos.
Estábamos en el año 1971: el presidente Nixon elogiaba al Gobierno del General Médici y decía públicamente que por el camino donde fuera Brazil iría la América Latina.
Así sucedió.
Las democracias más civilistas de la América, hispanoamericana fueron sucumbiendo y sus hijos asesinados y torturados por la ola represiva que se impuso en Urugüay, Chile y Argentina.
Con entusiasmo y esperanza de ver este experimento bien de cerca, algunos observaban al Embajador americano en Brasilia John Hugh Crimmins, quien desde 1966 a 1969 había sido el enviado diplomático en Santo Domingo.
Su colega Roberth Hurwitch, cuando en 1973 se presentó a las audiencias de confirmación previas a su instalación como nuevo embajador americano en Santo Domingo, llegó a repetir aquello de que el modelo era el brasileño.
Ahí está los documentos oficiales para quien quiera comprobar las palabras, que forman parte de esta ya historia.
Brazil, a través de un contingente de tropas, fue pieza clave en la estrategia de los Estados Unidos para ocupar nuestro territorio en 1965. Un general brasileño fue instalado como el jefe de todos los grupos extraños interventores amparados en la sombrilla de la OEA.
Pero aquella última vez que el suelo patrio fue mancillado, el pueblo dominicano y sus fuerzas armadas conscientes lucharon unidos para recuperar la soberanía perdida.
Después de la ominosa anexión protagonizada por Pedro Santana con tropas españolas los hombres y mujeres criollos desde el 1863 al 1865 lograron a machete restaurar la República.
Fuimos entre 1916 y 1924 víctimas de una dictadura militar norteamericana, y medio siglo después la nueva ocupación solo duró diez y siete meses.
Nos recuperamos de aquellas cadenas oprobiosas y de tantas otras que a lo largo de 500 años nos han impuesto fuerzas provenientes de distintos confines de la tierra.
El pueblo dominicano -crisol de razas y culturas- originado en las enseñanzas del amor eterno, es un sobreviviente a todo tipo de calamidades. Paciente, con dotes de inteligencia y valeroso.
A través de su historia ha sorteado crisis y vicisitudes, maniobras y fuerzas poderosas que han tratado de borrarlo del lugar que ocupa en el cosmos.
Está ahí. Atento. Observando. Esperando. Preparado para ejercer su derecho a sobrevivir como todos los demás pueblos que han organizado sus Estados para desarrollarse en paz, a pesar de la espada de Damocles que siempre ha representado la amenaza de las tropas.