Invasión de la miseria

Llegaron lentamente,

paso a paso,

día a día,

semana tras semana,

mes tras mes,

año tras año,

sin armas letales,

desnudos,

descalzos,

con el hambre dibujada en los labios,

con la garganta reseca

con el polvo en las pupilas

con la tierra entre las uñas

con el barro entre los pies,

con la esperanza rota por los siglos

con la fe quebrada cada mañana,

huyéndo de la muerte que los mata,

del sol que les quema la piel.

No vinieron como aves migratorias.

No volaron como murciélagos.

Los trajeron como esclavos

a trabajar en  bateyes con grilletes,

en  campos agrícolas de terratenientes malditos,

en la construcción del progreso ajeno,

en  centros turísticos del  peso, el dólares y el euro,

como fantasmas clandestinos,

haciendo ricos a los ricos.

No llegaron vestidos de militares,

No tenían cascos a prueba de balas,

No tenían fusiles,

ametralladoras,

granadas,

tanques de guerra,

pistolas,

ni misiles de mediano

y largo alcance.

No eran militares de west point

No eran guerreros de la OTAN.

No llegaron en aviones de combate,

No bombardearon el Palacio Nacional.

No derribaron escuelas con sus bombas,

No violaron ni asesinaron mujeres y niños,

no tomaron  ciudades en asaltos sangrientos,

no crearon campos de concentraciones.

Llegaron lentamente,

Con su pobreza,

Con su hambre,

Con su ignorancia,

Con su ignominia.

Con su desnudez.

Huyéndole al presente.

La suya fue,

si merece un nombre,

La invasión de la miseria.