Leí ayer en el New York Times una opinión de un oficial de la reserva naval y académico del prestigioso Consejo de Relaciones Exteriores, según quien pese al patente desplome del orden público en Haití, ese territorio es aun viable y requiere apoyo.
Dice Paul Angelo que, aunque Puerto Príncipe ha devenido en la capital mundial del secuestro de estadounidenses y las gangas controlan el territorio, la comunidad internacional (léase Estados Unidos), podría ayudar proveyendo ayuda humanitaria, apoyando a la policía y fiscales haitianos con inteligencia y planificación de operaciones y combatiendo las bandas mediante inversiones en barrios depauperados para evitar que sigan reclutando. ¡Qué ilusión!
Para instaurar un orden constitucional y la democracia en Haití es imprescindible ocuparlo militarmente, extirpar sus cánceres imponiendo orden para controlar y pacificar el territorio, destruir las estructuras mafiosas arriba y abajo, y después construir la institucionalidad. La sociedad haitiana es como una tela raída a punto del deshilache, que no aguanta parches ni zurcidos. Para salvarlos de sí mismos -ricos y pobres- Haití debe ser intervenido, cuanto antes y más contundentemente, mejor.
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