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Juancito Sport: el otro Pruitt-Igoe dominicano

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Tony Pérez.

Con el objetivo de parar la alta criminalidad, la pobreza extrema, el apiñamiento resultado de la restricción de sus límites y de modernizar la ciudad, entre 1954 y 1955 fue construido en San Luís, Missouri, EEUU, el impresionante proyecto urbanístico de re-desarrollo Pruitt-Igoe.

Pero aquel sueño de la arquitectura moderna pronto devino en un infierno. Los expertos habían integrado cuanto recurso existiera para su edificación, menos a la gente que usaría las viviendas públicas.

La violencia entre los mismos inquilinos se volvió incontrolable porque los espacios comunes eran estrechos, los ascensores insuficientes, el calor, insoportable, e imposible las relaciones primarias… Los asaltantes descubrieron en los huecos de las escaleras los sitios ideales para esperar sus víctimas… Y 20 años después de su inauguración, a las 3 de la tarde del 16 de marzo de 1972, las autoridades demolían el primero de los gigantes. Wikipedia resalta la cita del historiador de la arquitectura Charles Jencks, a propósito del desmoronamiento: “El  día en que la arquitectura moderna murió”.

En el San Luís de aquella época, 85,000 familias vivían en pisos del siglo XIX y 33,000 usaban baños comunales; el centro de negocios estaba en riesgo, los blancos clase media con capacidad de activar el mercado, se iban hacia lugares más habitables, y los negros depauperados ocupaban los espacios vacíos; eran tiempos de racismo acentuado.

Diseñado por el arquitecto Monoru Yamasaki (el mismo que luego ideó el Word Trade Center o Torres Gemelas, derribadas el 11 de septiembre de 2001 por dos ataques terroristas), el proyecto consistía en 33 edificios de 11 plantas cada uno, 2,870 apartamentos  en23 hectáreasy le costó a la ciudad 36 millones de dólares, cantidad que subió a casi 80 en gastos posteriores para hacerlo viable.

Para los diseñadores y constructores, la obra era lo mejor. Mas, para los usuarios, lo peor… Todavía hoy resuena aquel gran fracaso.

Son múltiples las versiones sobre las causas. Una sin embargo tuvo un impacto mortal: el diseño y desarrollo del proyecto obvió la indiscutible transversalidad de la comunicación institucional de todos los procesos y al ser humano como eje protagónico de sus ejecutorias. Los futuros inquilinos fueron cosificados. Unos científicos pensaron por ellos; nunca les consultaron; por tanto, jamás entendieron sus esperanzas. De manera abrupta los sacaron de su hábitat, y no tenían que pedirles permiso si era “para su bien”; para “limpiarlos de pulgas y piojos” de la pobreza.

En República Dominicana, el modelo de difusión de innovaciones, de transferencia de tecnologías, ha tenido siempre muchos promotores, la mayoría sin saberlo. Creen que la simple importación e imposición de tecnologías garantiza el éxito de sus proyectos y salva a las comunidades. Y esa es una de las razones por las cuales aquí se dispendia tanto dinero y se  sufre recurrentes fracasos en desmedro de la población y del erario. Trujillo, Balaguer, Guzmán, Jorge Blanco, Leonel e Hipólito, desdela Presidenciahan seguido esa ruta. Los alcaldes de todos los partidos, también.

Un caso similar late en estos días en el municipio Santo Domingo Este. Y lo hago público porque caso no le han hecho a mis reclamos como ciudadano que paga muchos impuestos y con deseos de una sana administración del dinero público.

De repente han desparramado, sin ton ni son, unos contenedores de basura nuevos en los lugares menos indicados. En Bello Campo, por ejemplo. Aquello es un desastre; vayan a verlo. Durante más de 20 años la alcaldía nunca ha construido ni ha reconstruido una acera; no ha colocado una bombilla al alumbrado público; no ha podado un árbol; no ha tapado un hoyo en las calles… El único servicio, muy malo por cierto, es el de la recolección de basura. Unos hombres harapientos pasan cualquier día y a cualquier hora  en un camión y huyendo aparan los desperdicios, si les pagan… Ni hablar de la inseguridad pública, de la carencia de agua y del malísimo servicio de EDE Este…

Es un sector que, como la mayoría, ha aprendido a vivir sin las autoridades.  Barre las calzadas, paga el corte y botado de la grama y nunca echa desperdicios a las calles; está acostumbrado a guardarlos en bolsas sin importar que se pudran por la falta de auxilio oficial. No deberían quitarle si no le dan, entonces.

Los contenedores que ha colocado el alcalde de Santo Domingo Este, Juan de los Santos (Juancito Sport), no representan solución, sino una afrenta que agrega contaminación, más inseguridad y más violencia a Bello Campo. Son guaridas de ratas y cucarachas; comederos de perros realengos; escondites de delincuentes que siempre han merodeado la zona.

La manera como han sido colocados hace pensar en campaña política de cara a las Presidenciales del 20 de mayo próximo, o en negocio oneroso. Solo interesa, al parecer, que los transeúntes y conductores los vean, aunque sean obstáculo indeseable. Mientras otros lugares urgen siquiera de una bacinilla para depositar desperdicios, pues los comunitarios carecen de espacio para guardarlos hasta que llegue el camión, por lo cual proceden a depositarlos en las calles. No es fortuito que las esquinas estén repletas de basura putrefacta.

Así como va, ese proyecto será un gasto más que se pegará a las costillas de los contribuyentes. Y como el Pruitt-Igoe de San Luís, será fallido y con muy negativo impacto en la comunidad. Sobre todo porque empoderamiento no ha habido, la comunicación institucional ni cerca pasó y, quizás, voluntad no hay para la escucha crítica y la corrección.

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