El reconocimiento que la Fundación Corripio acaba de hacer a Juan Bolívar Díaz es un justo homenaje a un periodista que, a lo largo de larga y fructífera carrera, se ha distinguido por su integridad personal, la defensa de la libertad y una lucha incansable contra los abusos y cualquier práctica que afecte al patrimonio público.
En efecto, ese ha sido en gran medida el estandarte de su ejercicio profesional en el que tienen cabida, sin excepción alguna, toda queja válida de una persona o de un sector de la sociedad que se sienta atropellado o marginado.
Ese enfoque de periodista comprometido con el interés nacional y la obligación de brindar las informaciones que el público debe conocer, se manifiesta en su diario accionar, pero es en la faceta de analista y articulista cuando su agudeza se proyecta con mayor profundidad.
Esa línea de acción, que ha sido una constante durante su trayectoria profesional y que no se doblega ante amenazas e intentos de intimidación, le puede haber contrariado en algún momento, pero a la postre es la confirmación de que ha trillado el camino correcto.
Del lado de la sociedad y de sus mejores valores, ese es el precio que deben pagar los comunicadores que no ceden ante las tentaciones del poder corruptor y que, bajo ninguna circunstancia, se prestan a servir de plataforma para un ejercicio periodístico obsequioso, insulso y susceptible de ser influido por perversas manipulaciones.
Con esa postura, Juan Bolívar le ha prestado un valioso servicio al país y a sus instituciones y es, además, un referente para las nuevas generaciones de periodistas cuya preparación académica debe ser complementada con ejemplos y pautas deontológicas.
Parte importante de esa contribución la ha brindado desde las aulas universitarias como maestro de periodistas y dominicano identificado con valores y principios, en firme contraposición a predicamentos malsanos.