Karl Lagerfeld, la máquina de coser

Copiada hasta el empacho por las firmas "low cost", la estética Chanel fue custodiada por el "Kaiser" de la moda desde el preciso momento en el que vivificó la marca y reinventó su ADN clínicamente muerto en "glamour"

MADRID.- Creador de todas las variaciones y permutaciones del inconfundible estilo Chanel a lo largo, ancho y contorno de 36 años, Karl Lagerfeld demostró una fidelidad fervorosa al imaginario de Gabrielle Chanel: perlas, bolsos guateados o trajes sastre de «tweed» ribeteados, iconos de un icono, Madame Coco.

Copiada hasta el empacho por las firmas «low cost», la estética Chanel fue custodiada por el «Kaiser» de la moda desde el preciso momento en el que vivificó la marca y reinventó su ADN clínicamente muerto en «glamour»

Salvó del olvido las siluetas holgadas y confortables, los sombreros cloche (de campana), las chaquetas de tejido «tweed», las marinières (camiseta de manga larga y de estilo marinero) o sellos como la camelia o los zapatos bicolor.

Lagerfeld hizo que en la archifamosa «Maison» todos desearan vestir de la firma, como la propia Chanel, quien solía lucir sus particulares creaciones en los lugares más dispares, en su primera casa de moda, en París, o en las carreras de caballos.

Desde las famosas perlas falsas que la diseñadora gustaba de colocar al revés, recorriendo la espalda, a la «petite robe noir» («pequeño vestido negro»), epítome de la elegancia sencilla, que se presentó en 1926 y que nació del dolor de la creadora tras perder en un accidente de tráfico al capitán inglés Arthur Edward «Boy» Capel, Karl Lagerfeld supo respetar el legado.

Míticas piezas para momentos estelares, revisitados por Lagerfeld, como en 2012, cuando el alemán reinterpretó la colección 1932, aquella primera de Bijoux des diamants que creó Coco al comienzo de los treinta.

Como buen renacentista, Lagerfeld fue un maestro de la creación y de la recreación. Llevó la moda a escenarios inimaginables para el lujo de Chanel, desde un aeropuerto a un supermercado, una casa de juego, un bosque de origami en 3D o el centro de informática «Chanel Data Center», todo en las entrañas del Grand Palais de París.

Aunque para emblemático, el desfile histórico del Paseo del Prado en La Habana (Cuba), en 2016.

El director creativo de Chanel, que se definía como «una máquina», ideaba diez colecciones anuales para la casa francesa, otras dos para la italiana Fendi y estaba al frente de su propia firma Karl by Karl Lagerfeld; además de poseer un espíritu polifacético que lo vinculaba a varias disciplinas artísticas, como el diseño contemporáneo o la fotografía.

Vestido de negro omnipresente, camisa blanca de cuello almidonado alto, perennes gafas de sol, botines con tacón y coleta cana, Karl Lagerfeld, como su venerada Coco Chanel, también fue icono. Hasta la casa Mattel lanzaba en 2014 una muñeca de colección y tirada limitada inspirada en el kaiser: Barbie Lagerfeld.

Un artista con mayúsculas que cuidó con mimo una marca legendaria, hasta la esencia y sus esencias, como el perfume Chanel Nº5, creado en 1921 y que las mujeres del mundo siguen usando, como Marilyn Monroe, en «gotas» para dormir.

Sobre su fallecimiento

El diseñador alemán Karl Lagerfeld falleció este martes en París dejando huérfana a la casa más histórica de París, Chanel, pero también a Fendi y a su marca homónima, donde el llamado «káiser» impuso una impronta que le convirtió en referente en el mundo de la moda.

El modisto, de 85 años de edad, había ingresado este lunes de urgencias en el Hospital Americano de Neuilly sur Seine, un acomodado municipio en las afueras de la capital francesa.

Su ausencia en enero en el desfile de Alta Costura de Chanel para la primavera-verano de 2019, algo inédito, había desatado las alarmas sobre su delicada salud, pero la casa siempre rodeó de secretismo el estado del diseñador, que, según la revista «Public», padecía cáncer de páncreas.

Lagerfeld, que bajo sus perennes gafas de sol, coleta plateada y traje negro con alzacuellos creó un personaje que se adueñó de su persona, nació en Hamburgo el 10 de septiembre de 1933, según biografías que él mismo cuestionaba, pero Francia lo adoptó como propio desde su traslado a París en los años 50.

Su victoria ex aequo con Yves Saint Laurent en un concurso del Secretariado Internacional de la Lana inició en 1954 una prolífica carrera en la que despuntó como free lance hasta que su nombre quedó asociado de forma indisoluble con el de Chanel, donde aterrizó en 1983.

Llegó a una casa que agonizaba y la resucitó en menos de una década sin desviarse de su esencia. Sus espectaculares desfiles, que transformaban el Grand Palais de París en una playa o en una villa italiana, eran los más esperados de las Semanas de la Moda.

Virginie Viard, que trabajó con él durante tres décadas como directora del estudio, ha recibido ahora el encargo de proseguir tanto su legado como el de la fundadora, Gabrielle Chanel.

«El mayor tributo que podemos rendirle hoy es continuar el camino trazado por él. (…) Seguir abrazando el presente e inventando el futuro», indicó en un comunicado el presidente de Chanel, Bruno Pavlovsky.

Las reacciones al fallecimiento no se hicieron esperar y todas lloraron la desaparición de un «genio» de excepcional intuición, cuya ansia creadora también se manifestó en la fotografía, el diseño de objetos o la ilustración, y que en 1984 había creado su propia enseña.

«Gracias por poner belleza y luz en nuestro mundo, tanto color en mitad de la oscuridad, tanto ingenio en estos aburridos días. Creo que no hubieras querido tantas lágrimas y tantas flores pero te extrañaremos», dijo la exmodelo y ex primera dama francesa Carla Bruni.

Lagerfeld, que nunca perdió su acento alemán, se apoyó en ella y en otras tops como Inès de La Fressange, Cindy Crawford, Naomi Campbell o Claudia Schiffer para renovar la casa, cuya dirección artística compaginaba con la de Fendi, donde estuvo al mando desde 1965.

Su talento era tal que se le perdonaban sus salidas de tono, con dardos lanzados sin filtro contra todo tipo de objetivos: «Odio a los niños», «la clase media no tiene suficiente clase» o los rusos «son tan feos que si fuera una mujer rusa, me haría lesbiana» fueron algunas de las frases ejemplo de su carácter.

Hiperactivo y autodidacta, soltero y sin hijos, y con su gata Choupette como única heredera conocida de parte de su legado, Lagerfeld se consagró además como icono pop con colaboraciones con marcas como H&M, Coca Cola o Sephora, y lejos de los focos encontraba reposo en su nutrida biblioteca.

«Francia y París le deben mucho», resumió este martes el portavoz gubernamental, Benjamin Griveaux, mientras que la alcaldesa parisina, Anne Hidalgo, sostuvo más poética que «su arte dio colores y formas al amor», y consideró que, «más que una encarnación de París, él era París».