La herencia más preciada por los hijos y las hijas es la económica, esa que les garantiza un futuro “seguro” y que muchas veces causa tantos disgustos y separaciones luego de la muerte de los padres.
Hoy quiero ocuparme de otra herencia, en palabras de nosotros los psicólogos, ese legado familiar que es tan abundante y próspero que pudiera alcanzar a varias generaciones y que de manera generosa y sin pleitos familiares se va entregando y quedando en la vida de los hijos, nietos, biznietos y demás.
Es muy versátil este legado, pues puede regalarse conscientemente a través de esas conductas que los padres actúan y los hijos aprenden, que provocan bienestar y estabilidad cuando se trata de conductas o actividades positivas como la alegría, el optimismo, la responsabilidad u otras negativas que provocan mucho dolor y sufrimiento como la violencia en toda la variedad de sus manifestaciones.
Esta es la expresión más evidente de este legado, pero hay otra que ocurre a nivel inconsciente y que se mueve como un ladrón en la noche sin darnos cuenta de su rastro regularmente, hasta que nos descubrimos atrapados en esas conductas que tanto rechazábamos de papá y mamá. Son como resortes que actúan en silencio y van escribiendo nuestro guión
En palabras de Nagy, esas lealtades invisibles que dirigen nuestras vidas.
Cuando estamos jóvenes verbalizamos y renegamos de esas cosas que rechazamos de los vínculos con la familia de origen y pudiéramos pensar que convirtiéndonos en rebeldes nos libramos de ellas y que equivocados estamos, pues muchas veces creemos que lo estamos haciendo distinto, pero esto es solo en la forma, ya que un breve análisis nos haría percatarnos de que en el fondo, seguimos atrapados.
Es así como elegimos pareja en lealtad a papá o a mamá según el sexo, repetimos patrones de abandono y hasta enfermedades y dolencias físicas.
Esto ocurre porque la familia es un sistema interconectado con mucho poder, ocurre porque papá y mamá son nuestros grandes amores y repetimos lo conocido en el vínculo con ellos, les amamos y los perpetuamos de esta forma aunque sea inadecuada y nos haya provocado dolor y sufrimiento.
La única manera de hacernos conscientes de este legado en nuestras vidas es a través de un proceso terapéutico serio y profundo que nos lleve a mirarnos a través de papá y mamá, para luego poder confrontarnos a nosotros mismos y crecer.
Un proceso que nos permita abordar el dolor que ha implicado este legado, aceptándolo como parte de nuestras vivencias, humanizar y perdonar a papá y a mamá para poder tener el permiso de hacerlo distinto.
Afrontar esos secretos familiares sobre abusos sexuales, suicidios, abandonos y traiciones, para poder así traer luz a nuestras vidas a través de la valentía que implica romper la cadena y poder así tener la oportunidad de editar este legado familiar para nuestros hijos e hijas.