La crisis de la política actual expresa la ineficacia de la organización política tradicional como contribución a la cohesión social. En lugar de ser un espacio de solución de conflictos hemos visto cómo la pertenencia o propiedad de un partido político, la solución de las cuestiones del liderazgo y la legalidad interna se convierten en un factor adicional de conflicto. También, en otros casos, hay quienes actúan de forma que no se corresponde con los valores declarados del partido político a que pertenecen sin que eso implique ninguna consecuencia.
Hace dos o tres décadas, para estar al tanto de las cuestiones más importantes de la vida política, un activista recurría como principal fuente de sentido, a su red de relaciones políticas. Estas redes eran una expresión de la estructura del partido o movimiento político al que pertenecía.
Ahora la información y orientación de sentido le llega a través de medios de comunicación masivos tanto impersonalizados como personalizables, interactivos. La obtención de información y sentido se desplaza hacia otra forma de cultura. Los paradigmas y contextos comunicacionales son más importantes para la vida práctica del activista político; las relaciones personales están muy influidas por la cultura de comunicación, por los contenidos o paradigmas que se socializan a través de múltiples y complejas interacciones. El mundo del control se encuentra en crisis.
La construcción de sentido político tiene que evolucionar, entonces. Se trata hoy día de trabajar marcos, contenidos o mensajes, medios y relaciones de comunicación. La política es lo que se comunica y la acción de comunicar. Los modelos de actuación se convierten en lo fundamental del discurso político: la gente tenderá a hacer, a copiar, lo que se trasmite como mensaje desde la acción de comunicación. Y todo lo que se sabe que hacemos, comunica.
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