x
27 Abril 2024

La alternativa: pelota o colegio

Quizás sea un planteamiento ilusorio, pero pensamos que con intentarlo nada se pierde. 

Imagen sin descripción

Tan novedoso como revelador resulta el serial de reportajes llevados a cabo por las jóvenes periodistas Tania Molina y Mariela Mejía, del staff del Diario Libre, poniendo al desnudo la parte oscura del reclutamiento que llevan a cabo los escuchas de las Grandes Ligas en el país sobre jóvenes prospectos dominicanos que muestren condiciones para luego ser firmados por algunos de los clubes siempre a la búsqueda de jóvenes talentos.

Obligados a esperar que arriben a la edad de diecisiete años para poder formalizar el compromiso que les reportará un sustancioso bono inicial, a veces por una cantidad millonaria, la norma es violada a una edad más temprana, doce o trece años, mediante un compromiso que pese a ser verbal, luego se cumple religiosamente para evitar el descrédito del sistema.

De por medio surgen historias, a veces con resultados extremadamente penosos e irreversibles que en unos casos han llevado a la muerte y  en otros a mutilaciones y lesiones permanentes debido al consumo de esteroides que son suplidos clandestinamente con la finalidad de aumentar el rendimiento físico, desafiando la prohibición y las pruebas a que son sometidos.  En nuestro caso, gozamos el triste privilegio de aportar el mayor número de sancionados: un 30 por ciento de los suspendidos por uso de sustancias prohibidas en las Ligas Menores son dominicanos.

El trampeo, falseando la edad, también aflora en la detallada investigación de ambas acuciosas reporteras, mediante la entrega de certificados de nacimiento con la fecha real falsificada.  En esta práctica, han sido también más de uno los dominicanos sorprendidos en falta.

Pero posiblemente el aspecto más inquietante es el que figura en la última entrega del serial reporteril,  donde aflora el dilema que se le planea a los jóvenes prospectos que desde muy temprana edad, doce o trece años, son llevados a vivir en los campos de entrenamiento, donde son sometidos a un fatigoso y exigente proceso de acondicionamiento que toma ocho o más horas del día de lunes a viernes.  O sea, una jornada completa al cabo de la cual terminan exhaustos.

El dilema que se le presenta al prospecto es entrenar para tratar de dar la  talla desertando de la escuela y sacrificando el proceso de aprendizaje cuando aún muchos de ellos no han completado siquiera la instrucción primaria.   No hay que señalar cual es la opción escogida, con el consentimiento y apoyo de los propios progenitores, todos ganados por la ilusión de ser firmados por un club de Grandes Ligas a cambio de un jugoso cheque que los haga salir de la pobreza.  En el caso de aquellos que no cubren las expectativas iniciales, la frustración y la pérdida de valiosos años de preparación académica cuando ya muchos de sus compañeros de aula van camino a la universidad o a una escuela técnica.

Esa falta de aprendizaje y orfandad cultural es luego responsable en gran medida del errático y alocado comportamiento de lo que dan la talla como peloteros pero fracasan como seres humanos.  Carentes de conocimientos y sin la menor capacidad para administrar los cuantiosos incentivos que reciben por firmar comienzan a cometer todo tipo de disparates, a malgastar el dinero pensando que nunca se les va a agotar, y a realizar todo tipo de excesos desde consumir drogas o cantidades exageradas de alcohol hasta llevar una existencia totalmente disipada.

Frente a esta situación cabe preguntar si no existe la posibilidad de crear algún tipo de mecanismo, o llegar a un acuerdo con los padres y los clubes para que la preparación de los jóvenes prospectos incluya la obligación de no interrumpir su proceso de aprendizaje.

Quizás sea un planteamiento ilusorio, pero pensamos que con intentarlo nada se pierde. 

 

Comenta con facebook