Si diéramos un corte a la larga historia de lo que culturalmente poco a poco hemos dejado de ser, a Virtudes Uribe, una vida dedicada a sostener apasionadamente en La Trinitaria el libro dominicano como misión cultural, más que comercial, habrá que dedicarle un capítulo aparte, incluyendo su angustia, común a muchos, que expresa desde la tertulia sabatina en mecedoras que sostiene desde hace muchos años con gente variopinta, hasta todo el que se asoma cualquier día a aquel pequeño espacio de la Arzobispo Nouel: «¡En este país muy pocos leen libros!». (¿Quién mejor que ella para decirlo en medio de la semibarbarie?)
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