La carta del divorcio y una pésima asesoría

Tony Pérez.

El puntero candidato presidencial del poderoso Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Hipólito Mejía, necesitaría urgente ejecutar dos acciones vitales ahora que faltan poco menos de nueve meses para las elecciones: sumar y equivocarse poco, mientras el oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD), su candidato Danilo Medina y el Presidente Fernández, por mantenerse en el poder, luchen a brazo partido por escaparse de la fuerza del desencanto provocada por tres períodos de gobierno con las mismas caras duras, con anteojeras y la falta de circulante con carestía generalizada. Pero el gallo de los blancos parece estar matrimoniado con las pifias capitales pese a que estas podrían definir el dilema de volver a Palacio en agosto de 2012 (ya lo hizo en el 2000) o quedarse produciendo mangos y otros rubros para exportación.

El miércoles 7 de septiembre Mejía y un grupo de sus más cercanos colaboradores asistieron al local nacional del PRD para entregar al presidente de la organización, Miguel Vargas Maldonado, una correspondencia en la cual –se ha dicho– le invitaría a reconciliarse y sumarse a la campaña electoral.

A leguas se ve que falló la comunicación, aunque en el fondo prime la buena intención.

Las viejas relaciones políticas, laborales, familiares y amistosas entre los actores involucrados, y el mismo estilo campechano del emisor, mandaban a un procedimiento más informal. Los afectos entre los dos políticos se estresaron tras las primarias del 6 de marzo de este año cuando los «varguistas» alegaron fraude electoral a través del padrón de concurrentes. Desde entonces, los estrategas de la campaña de Mejía aseguran que la integración del partido ronda el 98 por ciento. Según ese porcentaje nada se necesita que no sea mantener el ritmo.

Así los hechos, implícitamente, la comunicación llevada este miércoles, más que buscar un avenimiento, parece más orientada a dejar en el paladar de la opinión pública la sensación amarga de la testarudez y el resentimiento de un derrotado en las elecciones internas. Buscaría un aislamiento para mandar al electorado un mensaje de soledad en él y otro de un partido potente, integrado al ciento por ciento y listo para ocupar Palacio.

Y eso es un error capital. La ausencia en las urnas de un solo voto, el de Miguel, aguaría la fiesta que ya tienen montada muchos perredeístas de la elite. Más si se advierte la tendencia a la baja que registra la candidatura opositora en las encuestas Gallup y otras (menos del 50 por ciento reglamentario).

Aunque el PLD tiene por delante el valladar del disgusto popular, el PRD no las tiene todas consigo de cara al proceso actual, vistas sus gestiones anteriores; por lo cual no le ayudaría en lo más mínimo el recurso de la subestimación.

Salvo que corran a enmendarla, la carta que Hipólito llevó al partido es la publicación del divorcio con Vargas Maldonado y sus seguidores, o un error garrafal que huellas dejará. En estos tiempos, la palabra y las formas hieren más que una bofetada.