La Procuraduría General de la República ha hecho lo correcto al no dejar pasar como quien ve llover la denuncia de que en el país hay prácticas de discriminación social con revestimientos de racismo, que conducen a una proyección cada vez más distorsionada de los valores que debe promover una sociedad que busca el desarrollo integral.
Gracias a la valentía que han tenido la doctoras Jazmín E. Izquierdo y Yocasta Carmona, al denunciar el trato vejatorio del que fueron objeto al atender la invitación al cumpleaños de una colega en un bar que ahora alega que el cupo de la reservación estaba copado, cuando en presencia de las damas a las que se les impidió la entrada, permitieron el paso a otros invitados para el mismo ágape que llegaron después, habrán normas que no quedarán a merced del capricho de los porteros dirigidos por administradores y propietarios que desde el lugar donde monitorean la entrada indican a quien detener y a quién dejar pasar.
El negocio que tenga un código de vestimenta deberá exponerlo en un lugar visible para hacérselo valer a todos sus clientes y no sólo a algunos y se tomará como prueba de discriminación la colocación de letreros que establezcan de forma genérica que el establecimiento se reserva el derecho de admisión.
Los establecimientos tienen varias formas de procurar el público que deseen sin necesidad de maltratar a nadie, y uno de ellos es el del costo de las bebidas y los platos que ofertan, como las reglas generales que establezcan que sencillamente el cliente las acoge o busca otro lugar, pero no tienen el derecho de dictar quien es de primera, de segunda o de tercera.
No importa como operen clubes de Nueva York o de otras grandes ciudades, en la República Dominicana las cosas se pautan en función de lo que establecen la Constitución, los tratados de los que es signatario el país como el de La Convención Internacional sobre Erradicación de toda forma de Discriminación Racial, y las leyes.
Muchas personas pueden incluso experimentar orgullo al ser admitidas en lugares donde se discrimina a otras, pero eso es un gran absurdo en una sociedad como la dominicana en la que la historia común aún de las más grandes fortunas ha sido la de una mano delante y otra atrás, suerte que en muchos casos no solo ha variado por el trabajo, la disciplina y la perseverancia de abuelos y padres emprendedores, sino que han alcanzado las elevaciones astronómicas en contratas con el Estado.
Gastar donde hay y sobre todo sin saber cómo han surgido las fortunas que les han acuñado, no representa ningún mérito, los que siempre van a dirigir el país en todo los sentidos son los jóvenes que aprovechan las oportunidades y privilegios que la vida les brinda para ampliar sus procesos de formación, y más meritorios aún, aquellos que sin tener el respaldo económico, hacen de tripa corazón para salir adelante.
No se trata de la exacerbación o defensa del sentido racial en un grupo étnico, que es el racismo puro, es de un clasismo ostentoso, en un país que de por si la mayoría de los lugares elegantes tienen costos repulsivos para la clase media, crear uno que se precie de solo recibir al que puede gastar mucho, la paradoja es que esos ojos que la Procuraduría tendrá abiertos para evitar discriminación, pudieran fijarse también en otras cosas.
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