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28 Marzo 2024

La columna de Miguel Guerrero

Aún cuando el propósito real sea fastidiar, demostrando dónde está el poder, me parece innecesario continuar con las designaciones en altos cargos en los ministerios y en la hipertrofiada nómina de la Cancillería, con nuevos viceministros, cónsules y vicecónsules que no llevan funciones y hasta embajadores que pasan buena parte de su tiempo en otras tareas remunerativas en el país, lo que dice muy poco de nuestro abultado servicio exterior.

Hago la reflexión porque dentro del marco de la racionalidad económica, lo menos que debería esperarse del gobierno es el congelamiento de la nómina pública. Aspirar a una reducción sería mucho pedirle. En momentos en que se alega falta de recursos y reducción de las recaudaciones para justificar un paquete fiscal para  de paso sacar de apuros a una administración sin control alguno del gasto y sin respeto alguno por el presupuesto de la República, tales designaciones serían una ofensa al buen sentido.

Varios medios de comunicación han informado sobre la existencia de supuestos decretos con nombramientos de nuevo personal, lo que podría desdecir la reiterada promesa de recortar el gasto y asumir medidas de austeridad, como una forma de compensar o justificar, parece más apropiado esto último, el duro sacrificio que se le impondrá a la sociedad con las nuevas cargas tributarias. Ya no se trata de aspirar a que esta administración entre en juicio y reconozca la forma irracional de muchas de sus costosas iniciativas y políticas en el más puro de los clientelismo, sino de esperar que por lo menos se le detenga la diarrea, excusen la expresión, de nombramientos improductivos de alto costo para la nación.

Me alegraría pensar que todas esas informaciones sobre recientes designaciones son fruto de una fértil imaginación y no una agresión innecesaria al uso racional de los recursos públicos, por el bien de la República.

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