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La columna de Miguel Guerrero

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Con honrosas excepciones, en el  diario quehacer periodístico dominicano se observa una pronunciada y lamentable ausencia de indagación. Ejemplo de ello es el anuncio oficial sobre un aumento de la cuota petrolera dentro del acuerdo Petrocaribe hecha este martes en Nueva York, durante la visita del presidente Fernández  con motivo de la Asamblea General de Naciones Unidas.

En realidad no se trata de nada nuevo. Desde el 2001 la cuota dominicana es de 50,000 barriles diarios de petróleo, sólo que entonces Venezuela no estaba en condiciones de suplirla ni el país de recibirla, dadas las limitaciones de la refinería y su poca capacidad de refinación. Lo que hace la diferencia es que desde hace ya un tiempo, el estado venezolano es co-dueño de la refinería con prácticamente la mitad de las acciones, 49% para ser precisos, lo que lo convierte en el socio líderde la empresa en su triple condición de accionista paritario, suplidor único y principal acreedor de la república, por efecto  esto último de los compromisos contraídos con ese país  por compras financiadas de petróleo.

En la medida en que aumentan las importaciones desde Venezuela, vale decir en condiciones imposibles de encontrar en otros mercados, se incrementa su participación en el lucrativo negocio local de los combustibles, lo cual nos hace más dependientes de un solo suplidor  también propietario de la fuente que lo genera. En vista de esa realidad, es curioso cuán pocos han advertido de la sutil manipulación informativa con la que evidentemente se trata de restar importancia a los cables de la embajada estadounidense, filtrados a través del portal australiano Wikileaks, en los que el presidente dominicano figura externando en privado opiniones muy distintas a las que públicamente suele expresar del presidente Chávez. Obviamente, el líder venezolano tiene la sartén por el mango.

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