La columna de Miguel Guerrero: A un amable lector

Miguel Guerrero.

Miguel Guerrero.

Un lector, rogerterrero@hotmail.com, me dice que dejo ver mi “refajo blanco” por el “rencor y envidia hacia el partido de gobierno” en mis escritos. No siempre respondo este tipo de correo pero suelo utilizarlos a veces para iniciar intercambios de ideas para ver hasta dónde el fanatismo político no deja entender a muchos el sentido y esencia de un sistema democrático.

Le escribí diciendo que no podía abrigar esos sentimientos porque había renunciado de una alta posición en septiembre de 1996, a los 28 días haberse iniciado el gobierno por lo que ya “se veía venir”.

Su respuesta decía que leía mis artículos sólo para comprobar que para mí, el expresidente Fernández “es el culpable hasta del cambio climático” y que mi actitud hacia el político es “patológica”, a pesar de lo cual me seguirá leyendo. Le respondí  lo siguiente:

“Como ciudadano, usted debería preocuparse más por la corrupción, el uso indebido de recursos públicos para provecho de la pequeña élite gobernante, la acumulación de poderes por un hombre cuya ambición de poder no parece tener límites, por la destrucción de la oposición política, cuya existencia es vital para el ejercicio democrático, por el enriquecimiento ilícito de funcionarios que llegaron allí el otro día y hoy son verdaderos potentados. Esas y otras barbaridades que vemos a diario es lo que debería preocuparle a usted como ciudadano, no los artículos de un humilde periodista que como yo sólo trata de ejercer su derecho a la crítica. Un periodista que llegó a ocupar altos cargos cuando los que hoy gobiernan andaban en andrajos y que renunció a esos cargos por no hacer lo que le criticaba a otros y para no permanecer indiferente a la corrupción que veía a su alrededor.

“No pretendo que usted simpatice conmigo, porque vivimos un país, todavía, en democracia. Pero me apena que un ciudadano se ofenda por las críticas que en el ejercicio de su profesión le haga un periodista al mal uso del poder por parte de un grupo que se cree dueño y señor del patrimonio público. Preocúpese, señor Terrero, por la terrible herencia que la gente que usted defiende probablemente de buena fe le dejara a sus hijos, si los tiene, o a sus nietos, cuando los tenga. Mis críticas, por ácidas que usted las considere, sólo pueden herir a quienes empeñan su futuro y el de su familia, aunque dudo que mis artículos tengan fuerza para penetrar la sensibilidad de quienes la cambiaron por una botija mal habida”.

Espero una respuesta de su parte.