La columna de Miguel Guerrero: Flores para Flórez

Miguel Guerrero.

Tal vez  sólo los amantes de la ópera en el país, y sería una lástima, han escuchado cantar a Juan Diego Flórez, pero este joven peruano nacido en 1973, está considerado como una de las grandes voces de todos los tiempos.

Esta semana, el Metropolitan de Nueva York inició la presentación de «Elixir de amor», la ópera bufa de Donizetti, con la actuación de Flórez en el papel de Nemorino y de la soprano alemana Diana Damrau, aclamada como una de las más brillantes a nivel mundial por su excepcional dominio de la coloratura y su equilibrado, sensual y hermosísimo timbre.

Flórez adquirió parte de su fama por el arrojo con el que ha asumido el desafío de incorporar a su repertorio, una de las arias más difícil para tenor, “Ah!, mes amis”, de “La hija del regimiento” de Donizetti, considerada por los críticos como el Everest del bel canto.

Esta aria es particularmente compleja no sólo por los nueve dos altos, que Flórez alcanza con extraordinaria facilidad debido a que la parte más alta de su registro es, de acuerdo con los críticos, “particularmente poderosa”, lo que le permite llegar hasta un Mi bemol alto, como lo ha demostrado incluso en actuaciones en vivo.

La mayoría de los tenores evaden interpretarla por las dificultades de alcanzar los nueve dos altos sucesivos que están  casi al comienzo del mismo primer acto, cuando apenas comienza a calentarse la voz. De Flórez se han escrito los mejores elogios. Plácido Domingo dijo que se trata del “más grande tenor ligero de todos los tiempos”, y Pavarotti llegó a decir que su rápido e indetenible ascenso recordaba la carrera del incomparable tenor canario Alfredo Kraus.

Aunque carece de la amplitud de otros líricos de su generación, la voz de Flórez se destaca por su excepcional belleza y enorme capacidad para hacerse escuchar en los escenarios más extensos. Su técnica excepcional, dominio de la coloratura y especial sensibilidad justifican su fama.

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