En su defensa contra acusaciones de enriquecimiento ilícito, el senador Félix Bautista ha sido más frío e inteligente que su mentor político, el ex presidente Leonel Fernández. Mientras el primero le pide al Senado que lo investigue, el segundo se refugia en el archivo de un expediente. Por supuesto, el reclamo del senador parará en el mismo lugar. Más rápido que un relámpago el Senado acogió su solicitud y designó una comisión formada por colegas que han defendido con anterioridad su honorabilidad y la legitimidad de un patrimonio que ni el propio senador sabe, según sus propias palabras, cuál es el monto.
¿Qué podría hacer esta comisión? Imagino que nada. Es poco probable que se involucre en una investigación partiendo de una declaración del señor Bautista durante el proceso que enfrentó por cargos de corrupción en el año 2000. Los medios reseñaron entonces que para esa época no poseía fortuna alguna. ¿Cómo podría justificar que pocos años después, habiendo ocupado sólo posiciones públicas, disponga ahora de un patrimonio de origen legítimo?
El trabajo serio de una comisión tendría que indagar también sus declaraciones de impuestos, sus cuentas bancarias y la procedencia de los cheques entregados a candidatos de Perú y Haití, que según él, no fueron una donación suya sino de empresarios dominicanos. ¿Quiénes son esos empresarios? ¿Revelaría la comisión esos nombres?
No se haga el país la ilusión de que ese esfuerzo se hará para aclarar la situación y permitir que el caso llegue a la justicia. El propósito obviamente es el de archivar toda posibilidad de investigación posterior.
Que saque a flote la terrible dimensión de la impunidad existente. De manera pues que el país se enfrenta a otra batalla de antemano perdida, en una guerra en la que los valores democráticos y el anhelo de transparencia en la esfera gubernamental han sido una y otras vez vencidos.
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