La pobreza en la planificación de la comunicación se ha convertido en la peor enemiga del Gobierno y del oficialista Partido de la Liberación Dominicana. Siempre ha sido estorbo, pero ahora se nota más porque el horno de la crisis económica y social no está para galletitas y la pava no pone donde ponía al echarse las palomas.
El mejor ejemplo de lo que no debería hacerse en esa materia cuando faltan nueve meses para las elecciones presidenciales, lo acaban presentar el superintendente de Bancos, Ivanhoe Ng Cortiñas y el superintendente de Seguros Euclides Gutiérrez Félix.
El primero, respaldado por su plana mayor, ha montado todo un ceremonial de prensa para desmentir un decir de campaña del candidato presidencial opositor, el ex Presidente Hipólito Mejía. El político había exhortado a un grupo de arroceros a no pagar las deudas al Banco Agrícola porque él se las condonaría si gana el certamen próximo.
Y el segundo sometió a la justicia a la periodista de televisión Nuria Piera, con quien ha sostenido una polémica mediática muy ácida porque denunció en su programa que él registra atrasos en pagos del servicio eléctrico a la Corporación de Electricidad y porque le habría insinuado corrupción administrativa.
No se sabe quien ha sido más inoportuno.
En cuanto al affaire Cortiñas, representa un desacierto de marca mayor que si tuviera algún resultado positivo solo favorecería a Mejía y al Partido Revolucionario Dominicano. Ante una promesa tan tentadora como la formulada por el candidato de la organización que lidera los sondeos de opinión, y la amenaza de inclusión en los buroes de crédito, si no pagan, lanzada en un ritual por el funcionario, los campesinos escogerían casi seguro la primera opción. El andamiaje montado por Cortiñas hizo pensar en que el Gobierno se adelantaría a la oferta del político y exoneraría de pago a esos agricultores. La otra salida, sería responderle en el terreno donde la arenga política presenta otros colores.
El caso Euclídes, igual: otro despropósito. Si bien la libertad de prensa y de expresión y difusión del pensamiento tiene límites que a menudo son transgredidos en el quehacer mediático dominicano; si es cierto que los periodistas no deberían sentirse jamás por encima del bien y del mal y que son pasibles de ser demandados en justicia por los delitos que cometan, el viejo zorro político ha manejado un discurso con desmedido desparpajo, obviando la coyuntura política actual, con lo cual ha construido un campo perfecto para que el PRD siga posicionándose en el electorado.
Una constante cruza el accionar de la mayoría de los funcionarios gubernamentales durante los tres períodos de Leonel Fernández: la locuacidad, incluso cuando el silencio es el discurso recomendado.
La mayoría de ellos cree que habla muy bonito y que comunica muy bien solo por devengar salarios millonarios que les permiten comprar corbatas inglesas y vinos franceses. Y es posible que sea así, pero lo hacen atendiendo sus objetivos personales, a su afán de figureo, al margen de una política de comunicación oficial.
Así, sus palabras, que creen arrulladoras, terminan como un ruido ensordecedor en los propósitos de la comunicación gubernamental. Con amigos así… el PRD va en coche.
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