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La correspondencia de Caamaño

Enfoque

Una segunda etapa tiene lugar a partir de su llegada a Cuba y el establecimiento de un campamento de entrenamiento militar con miras a retornar al país con un proyecto revolucionario.

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Al cumplirse cincuenta años de la muerte del coronel Francisco Alberto Caamaño Deño, luego de su fallido intento de desarrollar un movimiento guerrillero en la República Dominicana contra el gobierno del presidente Joaquín Balaguer, el Archivo General de la Nación publicó tres libros sobre Caamaño relativos a su etapa posterior a 1965. Estos libros son: 1) Diario de Caamaño en Cuba (1967 a 1973); 2) Correspondencia (1967-1973); y 3) Documentos, informes, apuntes y estudios (1967-1973).

            Este artículo recoge las impresiones de este articulista sobre el libro de la correspondencia de Caamaño, el cual incluye cartas desde principios de 1966, luego de su llegada a Londres como agregado militar, hasta dos semanas antes desembarcar en Playa Caracoles el 2 de febrero de 1973. Ninguno de estos libros trata sobre el papel de Caamaño en los acontecimientos de 1965, en los cuales él tuvo una participación heroica en la lucha por el restablecimiento de la constitucionalidad perdida, el retorno de Juan Bosch al poder y la defensa de la soberanía nacional.

            El libro Correspondencia (1967-1973) recoge 133 cartas de Caamaño y a Caamaño. Del contenido, el lenguaje y el tono de estos intercambios epistolares, es posible diferenciar tres etapas en la vida de Caamaño durante ese período de siete años. Una primera etapa abarca desde su llegada a la capital británica en enero de 1966 hasta la tercera semana de octubre de 1967 cuando desaparece sin que ninguno de sus amigos, familiares y relacionados políticos supiesen de su destino, o al menos esta información no se refleja en la correspondencia. En las cartas de ese período, la primera de las cuales es del 23 de febrero de 1966 y la última del 16 de octubre de 1967, se percibe a un hombre que quiere darle sentido a lo que había vivido poco tiempo antes, entender los procesos políticos y encontrar un lugar para él. Se nota su curiosidad por saber lo que ocurría en su país, al tiempo que se mantenía en un marco de referencia política en el que Juan Bosch, el PRD y sus compañeros militares constitucionalistas eran los elementos fundamentales.

En las cartas de esa etapa no se percibe ningún giro político radical ni que había asumido el proyecto revolucionario socialista, aunque sí se pone de manifiesto su fuerte sentimiento de indignación por el curso político que había tomado la República Dominicana como resultado de la intervención extranjera. Debió de ser abrumador para él encontrarse fuera de su lugar natural, luego de la intensa experiencia de 1965 que lo colocó en la cima del reconocimiento nacional e internacional, y verse en la necesidad de definir un nuevo rumbo político sin que necesariamente tuviese todas las herramientas que lo ayudasen en esa difícil tarea.

            Una segunda etapa tiene lugar a partir de su llegada a Cuba y el establecimiento de un campamento de entrenamiento militar con miras a retornar al país con un proyecto revolucionario. En las cartas de esta etapa su lenguaje político cambia significativamente. En ellas se expresa un Caamaño (ahora con el nombre de guerra Román) que ya había asumido la causa socialista y la guerra popular como vía de acceder al poder. Caamaño adopta plenamente el lenguaje de la Revolución cubana: nueva sociedad, hombre nuevo, liberación nacional, socialismo y comunismo, además de una fascinación por la figura del Che Guevara.

En esa etapa, sus intercambios de cartas con dirigentes del Partido Comunista Dominicano (PCD) son particularmente notables, pues Caamaño entra en discusiones sobre estrategias con esos dirigentes, quienes entendían que primero había que desarrollar la guerra popular urbana para luego dar paso a un foco guerrillero rural, que era por lo que él abogaba. En ocasiones Caamaño muestra impaciencia en esas discusiones, pues no le quedaba claro esta distinción esquemática de fases revolucionarias. Otros propugnaban por un “golpe de Estado revolucionario” contra Balaguer que implicaría una alianza entre grupos de izquierda y de derecha, pero Caamaño nunca mostró simpatía por esa posición.

            Una tercera etapa en esta correspondencia tiene lugar hacia el final de su estadía en Cuba cuando ya había pasado un tiempo relativamente largo de preparación sin que su proyecto político-militar se consolidara. Hay una extensa y reveladora carta de Amaury Germán Aristy a Caamaño de septiembre de 1971 (s/d) en la que el primero se queja fuertemente por la desinformación, la descoordinación y el abandono a su grupo por quienes se encontraban en Cuba encabezados por Caamaño, incluyendo a los propios dirigentes cubanos. Germán Aristy era el líder de un grupo urbano -Los Palmeros o Comandos de la Resistencia- que estaba llamado a ser la base de apoyo local al despliegue que haría Caamaño en el país para desatar la guerra revolucionaria. Alrededor de cuatro meses después de esa carta, el 12 de enero de 1972, Germán Aristy y sus compañeros caen abatidos en un enfrentamiento militar en una casa ubicada en la avenida Las Américas, lo cual constituyó un duro golpe para los planes de Caamaño.

            Luego de ese acontecimiento aparecen tres cartas de Caamaño a Fidel Castro, la primera del 4 de febrero de 1972, la segunda del 13 de marzo de 1972 y la tercera del 1 de octubre de 1972, en las cuales Caamaño se queja amargamente por sus intentos infructuosos durante más de dos años de reunirse con Castro para discutir su proyecto, al tiempo que le imploraba que lo apoyase para llegar a costas dominicanas. Son cartas que mantienen un tono de respeto y admiración hacia el máximo comandante cubano y a la Revolución cubana, pero es evidente su amargura, frustración y desconcierto.

Aunque esto es pura especulación, se puede deducir que, tras la muerte de Germán Aristy y sus compañeros, Caamaño sintió una urgencia irresistible de regresar al país para emprender el foco guerrillero para el cual apenas contaba, según él mismo dice, con veinte compañeros. Tal vez ese era el momento para que Caamaño redefiniera su proyecto político y buscara otro camino, pero seguro que su sentido del honor le hizo persistir en algo que, a todas luces, estaba destinado al fracaso. Más aún, muchas de sus cartas de esa etapa reflejan que había interiorizado la idea de la muerte y inmolación como parte de su discurso político, lo cual tomó al pie de la letra.

            En varias cartas dirigidas a Caamaño por diferentes personas, hay referencias de que Bosch entendía que el Gobierno cubano no apoyaría un movimiento guerrillero en la República Dominicana pues habían cambiado sus prioridades en función de la geopolítica internacional. No hay cartas ni de Bosch ni de Caamaño que se refieran a este asunto, pero el curso de los acontecimientos le dio la razón a esa posición, aunque nada indica que un comportamiento diferente del lado cubano hubiera garantizado un desenlace distinto.

Lamentablemente, la vida de Caamaño tuvo un desenlace trágico, al igual que las de Manolo Tavárez Justo y Rafael Fernández Domínguez. ¿Qué habría sido de Caamaño si éste hubiese tomado un curso de acción distinto al que lo llevó inexorablemente al fracaso y a una muerte innecesaria y absurda? Esto, por supuesto, nunca lo sabremos. No obstante, quedan estas cartas, entre otros documentos, para entender los dilemas, las presiones y los conflictos que vivió esta figura histórica durante esa etapa crucial de su vida en la búsqueda de un nuevo papel para él en la política dominicana.

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