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La dama que hizo de la bondad una institución

Enfoque

Mary Pérez Marranzini debe ser parte de los modelos de estudio en programas de formación sobre responsabilidad social, salud pública, gestión de fundaciones, ética aplicada y liderazgo con propósito.

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En mis habituales análisis netnográficos de amplios volúmenes de conversaciones en redes sociales —donde suelen aflorar polarizaciones, catarsis colectivas, desesperanza y hastío— apliqué la metodología a la noticia sobre el fallecimiento de doña Mary Pérez Marranzini.

Lo que hallé fue distinto: un altar lleno de respeto y admiración. Una especie de duelo colectivo espontáneo, donde el pueblo habló con palabras propias y sentidas, en una expresión que superó cualquier homenaje oficial.

El país no lloró una muerte. Honró una vida.

La partida de la fundadora de la Asociación Dominicana de Rehabilitación (ADR) fue recibida con un coro colectivo de gratitud pocas veces visto en la esfera pública dominicana. No se trató de una figura habitual, reconocida en eventos y fotos oficiales, sino de una mujer que —en el silencio cotidiano— construyó una red de solidaridad funcional, tangible y con impacto medible en decenas de miles de vidas.

Las redes sociales se transformaron en altares de memoria. Desde quienes agradecieron haber caminado gracias a sus centros, hasta madres que vieron a sus hijos con discapacidad ser tratados con dignidad por primera vez. Otros simplemente dijeron “gracias”, como si supieran que era insuficiente, pero igual necesario. En esa oleada de mensajes se cruzaron edades, clases sociales, ideologías, credos y acentos. Mary Pérez Marranzini era de todos.

Ella no fue una benefactora de ocasión. Fue una constructora de soluciones.

En 1963, cuando fundó Rehabilitación, lo hizo con la visión de integrar a los más vulnerables al tejido social, no de excluirlos. La institución que levantó con perseverancia y sin estridencias creció hasta convertirse en la única red nacional con un enfoque integral de rehabilitación física, intelectual y emocional, funcionando con presupuesto mixto y espíritu solidario. Hasta octubre de 2024, la ADR había ofrecido casi 1.5 millones de servicios, muchos de ellos gratuitos. Esa es su obra. Su herencia.

Una calle lleva su nombre. Pero eso no basta.

Mary Pérez Marranzini debe ser parte de los modelos de estudio en programas de formación sobre responsabilidad social, salud pública, gestión de fundaciones, ética aplicada y liderazgo con propósito. Su vida encarna una lección: no toda transformación viene del poder; a veces, viene del dolor convertido en acción, de la compasión organizada, de la ternura con método.

Cuando un país expresa tristeza por la partida de alguien así, no está solo despidiendo a una persona. Está afirmando una identidad, reconociendo que, en medio del ruido, la bondad todavía tiene prestigio. Que hay vidas que no se apagan. Que trascienden. Y que nos convocan. Ella, sin dudas, fue y será una guía inolvidable.

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