JERUSALÉN.– Entre cánticos a favor de la democracia, ritmos de tambores y ambiente festivo, más de 100.000 personas se juntaron hoy en Jerusalén para protestar contra la reforma judicial del Gobierno de Benjamín Netanyahu, que se vio forzado a congelar su polémico plan tras el pulso echado por la masiva ola de protestas.
En medio de una huelga general, entre el paro de infraestructuras clave como el Aeropuerto de Tel Aviv, bloqueos de carreteras y actos de desobediencia civil desde anoche, decenas de miles de israelíes rodearon el Parlamento para reiterar su firme oposición al plan.
Fue el punto álgido de un sostenido movimiento de protestas que acorraló al Ejecutivo derechista, obligó a Netanyahu a dar marcha atrás e hizo una demostración de fuerza cívica inaudita en Israel.
Prueba de ello fue la gran extensión de las protestas espontáneas de ayer en todo el país tras la destitución del ministro de Defensa, cuando salieron más de 600.000 personas a la calle, y que siguieron hoy con una nueva ronda de movilizaciones en Jerusalén, una de las más multitudinarias de las últimas décadas en la Ciudad Santa.
Muchos de los movilizados vieron la paralización de la reforma como «una victoria» para la movilización ciudadana, pero coinciden en que no pararán las protestas hasta que esta no esté enterrada.
«Tenemos que seguir protestando» porque «el Gobierno está yendo demasiado lejos», dijo a EFE Becca Sousa, una mujer de 59 años que como muchos otros movilizados ondeaba la bandera israelí e instaba mantener el pulso al Ejecutivo para tumbar totalmente el plan.
Se mostró también escéptica ante el paso de Netanyahu de paralizar la reforma. Como reiteraron otros manifestantes, lo ve una maniobra para «hacer que la gente se vaya a casa» y luego reanudar el proceso sin oposición, «cuando todo el mundo ya esté tranquilo y relajado».
La reforma socavaría la independencia judicial, la separación de poderes y las bases democráticas formales de Israel, según críticos, lo que ha llevado en especial a los sectores más bien seculares y liberales de la población a tomar las calles desde hace tres meses.
Esto incluye a gente que antes no había participado en protestas, como Daniela, una mujer de 64 años que se sumó a la movilizaciones.
A su vez, tanto ella como otros asistentes coincidían en que las protestas «no van de derechas o izquierdas», sino de la lucha para que Israel «se mantenga como un Estado democrático, eso es todo».
En una línea parecida se expresaba Dotán Beck, un joven estudiante de 28 años que viajó expresamente a Jerusalén desde la urbe de Herzliya para estar en la movilización «hasta que sea necesario».
«Creo que Israel se hará mucho más fuerte y se convertirá en una mejor democracia al final de todo. Estamos aquí para que esto pase más rápido posible», dijo a EFE mientras lucía una bandera del país.
En esta ola de protestas, los grandes ausentes son los palestinos. Los palestinos con ciudadanía israelí, un 20 % de la población, no se han sentido interpelados a protestar. En gran medida creen que no se reivindican realmente sus derechos como minoría y ven lo sucedido como un conflicto entre sectores de la sociedad judía israelí.
La cuestión palestina y la ocupación de los territorios palestinos no fueron asuntos prioritarios en las protestas, aunque como en otros días, hoy hubo un pequeño grupo de activistas israelíes que lucieron banderas palestinas e instaron a acabar con la ocupación.
«No hay tal cosa como democracia con ocupación», cantó este grupo de manifestantes, mientras lo que parecían ser policías encubiertos israelíes les requisaban banderas y arrestaron a algunos de ellos.
La polémica en torno a la reforma judicial ha agravado también la polarización de la sociedad israelí, y Jerusalén fue hoy testigo de ello. Tras la masiva protesta de los manifestantes anti-reforma, socios derechistas y de ultraderecha del Gobierno israelí como el ministro Bezalel Smotrich llamaron a sus simpatizantes a reunirse en la Ciudad Santa en una contra-manifestación que fue también extensa.
«El pueblo exige la reforma judicial», cantaron miles de personas que se juntaron también cerca del Parlamento, en una protesta que, entre otros, aglutinó a sionistas religiosos, votantes de Netanyahu, ortodoxos judíos, residentes de las colonias en Cisjordania ocupada o aficionados de ultraderecha del club de fútbol Beitar Jerusalén.
Todo esto, en medio de una creciente tensión en que los conflictos internos de la población israelí se acentúan. Netanyahu alertó hoy de ello y dijo que el país va hacia «un choque peligroso», por lo que instó a actuar para evitar «una guerra civil».