El 2 de diciembre de2010, a las 7:36 de la noche, El Día colgó como noticia principal de su versión digital una nota de cinco párrafos que resaltaba el anuncio del alcalde del municipio Santo Domingo Este (SDE), Juan de los Santos, sobre el inicio de un proyecto “para resolver de manera definitiva el problema de la basura”.
Sus datos: 20 camiones “robots” recolectores, 3 camiones lavadores y 1,900 contenedores para vaciarlos dos veces al día de las bolsas cerradas que los munícipes depositarían. Inversión: 400 millones de pesos. Compañía vendedora: OMB, chilena, representada en el país por Giuseeppe Samaux. Empresa ejecutora: Consorcio Higiene Integral. Inicio del proyecto: 15 de diciembre, con piloto en ensanche Ozama y Alma Rosa, acompañado de campaña publicitaria.
Todo en apariencia muy hermoso. Parece una poesía fina que, sin embargo, se desgrana sin posibilidades de recomposición ante el mínimo examen textual y de verificación del discurso en el terreno de los hechos y en los antecedentes.
La misma información atribuida al funcionario contiene una frase engañosa e irresponsable; impracticable, por lo menos en la coyuntura de grave crisis económica que acogota al país. Anunció el vaciado dos veces al día de los contenedores con las “fundas llenas de desperdicios cerradas” que depositen los munícipes.
No he visto mayor mentira en los últimos años. En República Dominicana completa (y quién sabe si en Japón o en Estados Unidos) no conozco ni un solo caso de recolección de desechos dos veces al día. La misma alcaldía de SDE se ha caracterizado, desde la división de la capital, por recoger la basura cuando se recuerda y a la hora que sea, pese a que la producción diaria de desechos ronda las 1,200 toneladas. Además, esa institución debería saber muy bien que aquí no hay cultura de manejo de desechos sólidos porque nunca se ha empoderado a la gente pues ella es lo que menos cuenta.
Hace tres semanas que han desparramado contenedores en Los Trinitarios, Duarte, Isabel II, Bello Campo y otros sectores cercanos a la avenida Charles de Gaulle.
Contrario a como habían informado las autoridades, tales artefactos fueron colocados de manera arbitraria en los lugares menos indicados, en calles angostas de residenciales sin tradición de basurales en la vía pública y, lo peor, sin consultar siquiera a los comunitarios, una premisa obligada a la hora de implementar proyectos denominados integrales, como el citado. Parece que el objetivo no era la limpieza en si, sino distribuirlos con urgencia y exhibirlos usando como vitrinas a urbanizaciones transitadas. Barrios de la misma zona, con buen acceso para los camiones, urgen de tales contendedores debido a que las viviendas carecen de patios donde guardar desperdicios.
Como constante bochornosa, los zafacones duran días y días rebozados de agua y basura putrefacta; ratones y perros muertos plagados de gusanos… Todo el que pasa lanza a sus alrededores los desechos, convirtiéndolos en centros improvisados de transferencia. La fetidez es insoportable y son mayores los riesgos de contaminación en tiempos de cólera, leptospirosis y de mil y un virus.
Así los hechos, el proyecto Limpia hiede. Y hiede mucho, por la basura; por su verticalidad expresada en la sordera de sus ejecutores ante el reclamo de rectificación de entuertos; por lo mal orientada de su publicidad; por el origen ruidoso de la licitación en 2007; por la mentira; por el dinero que sacan de las costillas de los contribuyentes; por el gran negocio que representa para sus dueños.
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