Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.
De las comunicaciones muchas veces depende la paz o la guerra, la felicidad o la desgracia, depende de cómo digamos las cosas. Una cosa puede sonar de una manera u otra, según la forma en que lo digamos.
Les cuento algo que escuche hace algún tiempo, y que quiero compartir con Ustedes mis queridos lectores.
Un poderoso sultán una vez soñó que había perdido sus dientes uno por uno. Al despertarse mando a buscar a un sabio que le interpretara el sueño.
Que desdichado es usted mi señor, le dijo el sabio. Cada diente caído significa la perdida de una persona muy querida para usted, puede ser un familiar.
Que dice, grito el sultán enfurecido. ¿Cómo usted se atreve a decirme eso a mí? Fuera de aquí.
Llamó a sus guardias y les ordenó que le dieran ciento cincuenta latigazos.
Luego mando a que le trajeran otro sabio, y le dijo lo que había soñado. El después de escuchar al sultán con mucha atención, le dijo: Excelentísimo señor. Gran alegría os sido reservada. El sueño significa que sobrevira a todos sus parientes y amistades.
Se llenó de alegría el sultán con una gran sonrisa en su cara, y ordeno que le dieran ciento cincuenta monedas de oro.
Cuando el segundo sabio salía del palacio uno de la corte le dijo admirado: No es posible. La interpretación a ese sueño es la misma que había hecho el primer sabio. No sé por qué la primero le dieron ciento cincuenta latigazos, y a ti te han dado ciento cincuenta monedas de oro.
Contesto el sabio. Recuerda bien una cosa amigo mío, depende de la manera que se digan las cosas, uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a decir las cosas.
Termino con los Versículos 5 y 6 del Salmo 61 que dicen: Sólo en Dios encuentro paz; pues mi esperanza viene de Él. Solo él me salva y me protege. No caeré, porque él es mi refugio”.
Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.
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