La fuerza del silencio

Lilliam Fondeur.

Lilliam Fondeur.

No he podido olvidar sus brillantes ojos, su miedo, su deseo de vivir.  En la cama doy vueltas y vueltas, me levanto a beber agua, no logro conciliar el sueño.

Quédate tranquila mujer, ¡ya duérmete! No puedes hacer nada, entiéndelo de una vez dice Diego y me abraza. Intento relajarme pero cada quien conoce su equipaje.

Lucí, una joven diminuta con un embarazo avanzado llegó a la consulta, la acompañaba una señora de pelo blanco retorcido en la nuca y una bebé desnutrida en los brazos. A pesar de su extrema delgadez su cuerpo transmitía una fuerza que solo el silencio de una madre puede expresar.

Doctora, vine a verla porque sé que usted no me va a desamparar, dijo la preñada sacando las palabras entre los dientes. “Tengo un monstruo en mi vientre. En el hospital me han hecho muchos estudios, desfilan los médicos mientras me hacen el sonograma, pasan a ver mi desgracia, dicen que es un caso raro. En mi vientre crecen dos bebés pegados, comparten el pecho y el corazón, pero tienen dos cabezas. La barriga me ha crecido muy rápido, hace cinco meses me hicieron la cesárea de mi niña y ahora dentro de mi crece un engendro. Cuando le dije a mi esposo que esperaba mellizos, tragó en seco, con lo difícil que está la cosa, replicó y me besó en la frente. No me atreví a contarle. No entiendo por qué a mí.

Trabajo limpiando un consultorio médico de monjas, soy católica, creo en Dios.  Le aseguro que no quiero nada con el aborto, pero esto es otra cosa.  ¿Cómo voy a tener un monstruo de dos cabezas?”

Impactada por la situación atiné a peguntarle: Mujer, ¿no sé te ocurrió usar anticonceptivos? Someter tu cuerpo a un embarazo tan rápido y gemelar es un riesgo; ¿no te orientaron para planificarte? Con la frescura de la inocencia respondió: no pude ir a la cita del hospital y de eso no se habla donde las monjas.

Me sentí asqueada, quizás las cenizas de miles de niñas y mujeres muertas a causa de abortos se inquietaron. Las políticas de prevención de embarazo no han podido ser más ineficientes.

Recordé que el Ministerio de Salud con los recursos que aportamos todos paga miles de médicos para que ofrezcan sus servicios en consultorios dirigidos por religiosas, eso sí, no pueden hablar de anticoncepción.

La señora interrumpió, mirándome fijamente a los ojos: salve la vida de mi hija, por lo que más quiera. Esta bebé no puede quedar huérfana.

La fuerza de su mirada me ha desvelado.

En un país donde la designación de la comisión oficial para asistir al Vaticano causa un roce entre las autoridades, lo más acertado es tomar un somnífero.

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@lilliamfondeur

Dra. Lilliam Fondeur