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29 Marzo 2024

“La historia de John y Hollis”

Blanchard entro en una gran biblioteca de Florida, tomó un libro de un estante y se sintió intrigado, no por el contenido libro, sino por las notas que estaban escritas a lápiz en el margen del libro.

  •   Ray Ortega
  • lunes 07 diciembre, 2020 - 10:02 AM

Un cordial saludo para todos mis queridos lectores.

Blanchard entró en una gran biblioteca de Florida, tomó un libro de un estante y se sintió intrigado, no por el contenido libro, sino por las notas que estaban escritas a lápiz en el margen del libro. Las suaves letras reflejaban un alma pensativa y una mente lúcida. En la primera página del libro halló el nombre de las antigua propietaria del libro, era Miss. Hollis Maynell. Invirtiendo tiempo y esfuerzo, consiguió su dirección. Ella vivía ahora en la ciudad de New York, le escribió presentándose e invitándola a catearse.

Al día siguiente, fue embarcado a ultramar para servir en la Segunda Guerra Mundial. Durante el año y el mes que siguieron, ambos llegaron a conocerse a través de su correspondencia. Cada carta era una semilla que caía en su corazón fértil; un romance empezaba a nacer. Blanchard le pidió ella una fotografía, pero ella rehusó. Ella pensaba que si realmente estaba interesado en ella su apariencia no debía importar. Cuando finalmente llegó el día en que el debería regresar de Europa, ambos, fijaron su primera cita a las siete de la tarde, en la estación de trenes de New York.

Ella escribió:”Me reconocerás por rosa roja que llevare puesta en la solapa” El escribió: “Llevaré  el libro en mis manos”. Así que a las siete punto el estaba en la estación, cuyo corazón amaba, pero cuya cara era desconocida. De pronto una joven se dirigía a John, su figura era larga, delgada, su cabello rubio caía atrás en rizos, sus ojos tan azules como flores, sus labios tenían una firmeza amable y enfundada claro, era como la primavera encarnada.

Comenzó a caminar hacia ella, olvidando por completo que debía buscar una rosa roja en la solapa. Al acercarse, una pequeña y provocativa sonrisa curvó sus labios. ¿Vas en esa dirección, marinero?, le dijo. Casi incontrolablemente, John dio para seguirla y en ese momento vio a Hollis Maynell. Estaba parada detrás de la chica. Era una mujer de más de cuarenta años con cabellos entrecanos que asomaba bajo un sombrero gastado. Era bastante llenita y sus pies, anchos como sus tobillos, lucían unos zapatos de tacón bajos.

La chica del traje verde se alejaba rápidamente. Sintió como partido en dos, tan vivo ara su deseo de seguirla y, sin embargo, tan profundo era su anhelo por conocer a la mujer cuyo espíritu le había acompañado tan sinceramente y que se confundía con el de él. Y ahí estaba ella. Su faz era pálida era dulce e inteligente y sus ojos grises tenían un destello cálido y amable. No dudó más. Sus dedos afianzaron la gastada cubierta de piel pequeño libro.

Yo soy John Blanchard, y usted debe de ser Hollis. Estoy muy contento a nuestra podido acudir a nuestra cita. ¿Puedo invitarle a cenar? La cara de la mujer se ensanchó con una sonrisa tolerante. “No sé qué se trata todo esto, muchacho”, respondió pero la señorita del traje que acaba de pasar me suplico que me pusiera está rosa en la solapa de mi abrigo. Y me pidió que, si usted me invitaba a cenar, que ella está esperando cruzando la calle en el restaurante. Dijo que algo así, como una prueba.

El Señor pone a prueba a sus hijos a quienes ama. Dice, Job en el Capitulo 17, Versículo 3, “La plata en el horno, el oro en el crisol, el corazón lo prueba el Señor”.

No es difícil entender y admirar la sabiduría de Miss. Maynell. La verdadera naturaleza del corazón se descubre en su respuesta y no en lo atractivo  No nos dejemos guiar únicamente por las apariencias.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.

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