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La mezquindad está en otro lugar

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“El ocio es un derecho humano”, Tary Cotes. En una sociedad fundamentada en el trabajo, como la nuestra, el ocio es el espacio donde se recuperan las fuerzas para volver a la labor e inclusive aumentar la productividad. Para la salud física y emocional los humanos necesitan un espacio de recreación. El tiempo invertido en ocio esta relacionado con la generación de mayor calidad de vida, de bienestar, de mejores seres humanos.

Dentro de las normas de prevención en salud se encuentra el esparcimiento, los juegos al aire libre, el compartir con otros y otras, el ser valorado en una comunidad, de iguales y diferentes. Para muchas enfermedades el ocio ha demostrado ser un excelente antídoto, entre ellas el asma bronquial, la depresión, la obesidad, además de dolencias inducidas por una disminución de las defensas, del sistema inmunológico.

Los parques públicos cumplen la función preventiva del hospital psiquiátrico. Los responsables se han empeñado en amurallar los exiguos parques públicos. Para citar ejemplos irrevocables, el Parque Independencia, anterior lugar de recreo, donde se reunían intelectuales a filosofar, donde se realizaban peñas, donde niños y niñas correteaban mientras jóvenes se miraban por la rabadilla del ojo, y quizás algo más. Lugar donde jóvenes exhibían sus encantos, mientras limpiabotas lustraban los zapatos de hombres que leían o fingían hacerlo. Después de amurallado, no juegan niños, la juventud no modela por sus pasadizos. Con el supuesto de que “restan al embellecimiento del parque”, la Policía ha prohibido la entrada a los limpiabotas, y cada día menos personas lo visitan, sólo los ancianos rehúsan ceder su vida, su banco en “El Parque”.

El parque Juan Pablo II de la zona Oriental ha sufrido similar metamorfosis. Ha dejado de ser un espacio de recreación de la zona más poblada del país, para convertirse en un escaparate, una vitrina, donde en medio de un ajetreado tráfico, con el ridículo espacio de la acera como área de circulación, puedes ver, mas no tocar, la vida. Han convertido el parque de ocio, en un mural.

El parque Duarte de la Ciudad Colonial es todavía un espacio para interactuar, compartir, jugar, vernos en otros y otras, sin importar la identidad sexual o el sujeto deseado. Todo somos iguales ante Dios, y el papa lo ratificó. Las y los dominicanos exigimos y necesitamos nuestros espacios públicos para ejercer el derecho a la vida. Los espacios de ocio no son incubadoras de vicios, me acerco a pensarlo como válvulas de escape a la presión de la inequidad. La mezquindad está en otro lugar.

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