La historia se repite de forma penosa e inexplicable. Nuevamente el país llega a enterarse de que un capo de la droga llevaba años con sus tentáculos en el país y hasta operando un casino, y no precisamente por investigaciones propias de las autoridades dominicanas, sino por un informe proveniente del exterior.
Salvando las diferencias en el tiempo y el espacio, en el caso de Yoel Palmar, líder del “Cartel del Malecón” y considerado “el mayor capo en el tráfico de droga desde Venezuela hacia República Dominicana”, hay un paralelismo con el episodio de Figueroa Agosto, cuyas andanzas en el narcotráfico se conocieron después de 10 años en que anduvo aquí como dueño y señor protegido por autoridades y objeto de reconocimiento en ciertos círculos de la sociedad.
Entonces, la pregunta obligada es, qué suerte de inacción deliberada y complicidades permite que agentes connotados del crimen organizado usen impunemente el país como puente para una cuantiosa red de narcotráfico internacional.
Otra pregunta pertinente; ¿Por qué Venezuela, que conocía las andanzas de este narco y sus vínculos en el país, no había diligenciado antes su captura? Sería interesante saber que conocimiento tenían las autoridades dominicanas y qué nivel de colaboración están prestando para el desmantelamiento de este entramado mafioso.
Tan importante como esto es que llegar hasta socios, cómplices y posibles protectores de este capo, ya que experiencias y antecedentes en este tipo de operación delictiva indica que se usan testaferros y artimañas seudolegales para dar legitimidad a negocios que en la práctica son mamparas para encubrir en parte el tráfico de drogas y el lavado de activos.
Los datos que han salido a relucir sobre el tráfico y consumo de drogas en el país al final de año son alarmantes y aunque se han hecho importantes incautaciones de millonarios alijos, en la sicología popular la gente se pregunta en qué medida estas operaciones representan en realidad un avance efectivo en la lucha local contra el terrible flagelo.