Es ley que el capitalismo siempre procura volcar el impacto sus crisis sobre los pueblos.
Esta situación, en la que a la crisis crónica e integral del sistema se le suma el agravamiento del deterioro sanitario a consecuencia de la COVID 19, no ha sido una excepción.
Todos los esfuerzos de las élites del capital imperialista occidental y de sus socios dependientes están centrados en salvarse ellas hundiendo a los pueblos; remodelando a la vez hegemonías al interior de la clase capitalista y tratando de contener su declive a nivel global-
Los Gobiernos y Estados bajo su control, con el manejo a su favor de la crisis sanitaria en el contexto de la actual depresión económica, han logrado no solo volcar los efectos de la crisis agravada sobre su propia población trabajadora y sobre los sectores excluidos, sino además provocar un mayor empobrecimiento de los pueblos oprimidos del mundo subordinado a los grandes centros imperialistas.
La manipulación de la pandemia -como si se tratara de drásticos ajustes de corte fondomonetaristas- y la persistente auto-protección del cogollo mega-capitalista en las sociedades que esas fuerzas controlan, le han abierto nuevas modalidades de acumulación, expansión y concentración de capitales al conjunto empresarial tecnológicamente más puntero de las élites transnacionales y locales.
Con esos fines -pese a toda la vulnerabilidad creada durante el despliegue de medio siglo de neoliberalismo- esas élites capitalistas han endurecido ese modelo integral de dominación; acelerando los procesos de privatización y gansterización de Estados, gobiernos, partidos, aéreas sociales, patrimonios públicos y riquezas naturales.
Más endeudamiento.
Más especulación.
Mayores déficits fiscales.
Más inflación.
Mayor empobrecimiento de las bases de la pirámide social y sectores intermedios
Menor crecimiento con acelerada concentración de riqueza y poder económico, político, mediático y militar.
Quiebra en gran escala de empresas medianas, pequeñas y micro.
Remodelación de las hegemonías capitalistas a favor de los consorcios, carteles, monopolio y oligopolios con mayores posibilidades de expansión en el marco de esta crisis combinada; a saber:
1.-Las grandes industrias y negocios de la salud, y sus empresas conexas.
2.-El sector financiero no impactado por esta modalidad de la crisis y favorecido por el nuevo boom de los procesos de endeudamiento externo e interno con la banca privada.
3.-Las industrias y negocios informáticos relacionadas con la tele-educación, plataformas de comunicación y eventos, tele-trabajo, seguridad, control de la sociedad, fabricación de armas y equipos militares.
4.-Los complejos militares-industriales-financieros en el contexto de agudización de la competencia militar con las potencias emergentes y el crecimiento de la insumisión popular en todos los continentes.
5.-Las Corporaciones Mineras llamadas a acelerar los procesos de extracción de minerales imprescindibles para los sectores económicos en expansión basados en tecnologías de punta, y la combinación de ese fenómeno con el control de territorios, fuentes de agua y biodiversidad.
6.-La empresas de servicios a domicilios y a centros de trabajo y estudios, y la compañías de ventas a distancia de alimentos y todo tipo de mercancías
Pero eso no es todo. Hay más y peor.
La manipulación de la vacunación, el control de las pruebas y equipos médicos a cargo de las Farma-Corporaciones y carteles de la salud –siempre actuando a su favor y a beneficio las grande potencias occidentales- le han posibilitado a las fuerzas dominantes trasladar a la periferia empobrecida y a su propia población sobre-explotada los mayores estragos en la salud colectiva y en la economía producidos por los continuos rebrotes y oleadas de la COVID 19 y sus nuevas cepas.
Así, el vórtice de la pandemia pasó de las principales potencias occidentales al escenario de Nuestra América, el continente con mayores desigualdades sociales, sin excluir otras regiones con similares condiciones. Nada accidental.
La gran paradoja consiste es que la remodelación y el fortalecimiento concentrado de las élites capitalistas no ha significado fortaleza para el sistema imperialista occidental en su conjunto; menos aun para su superpotencia central EE.UU.
Está aconteciendo precisamente lo contrario.
En estos 18 meses de pandemia, la declinación de EEUU como superpotencia central se ha acentuado, su pérdida de hegemonía a nivel global es notaria.
Rusia tiende a rebasarla como potencia militar y China la está aventajando en lo económico, político y tecnológico, avanzando significativamente en lo militar.
La decadencia de la civilización capitalista occidental es progresiva.
Las fracturas en las clases dominante-gobernantes, y entre los Estados, se siguen agudizando. Las divisiones corroen aún más su fortaleza en declive.
Los reveses militares y político-militares de EE.UU y la OTAN son profusos en todos los continentes
Destruyen, caotizan, saquean, imponen retrocesos temporales… pero no logran estabilizar su dominio, ni evitar la reversión de sus golpes. Muchas veces se empantanan y otras se repliegan. Basta ver lo que ha acontecido en el Medio y el Lejano Oriente, Siria, Yemen, Ucrania, Libia, Venezuela, Colombia, Bolivia, Argentina…para darnos de esa declinación de poderío.
El auge del neofascismo en EEUU, Europa y más allá, les plantea desafíos y obstáculos mayores.
Aun medio de la pandemia, las rebeliones populares se expanden, lo que evidencia que se trata, por difícil, de una reacción popular más cualificada.
Las movilizaciones multitudinarias en no pocos países son prolongadas y recurrentes, afectando la llamada gobernanza pro-imperialista.
Emerge la rebeldía multitudinaria feminista frente un capitalismo patriarcal e hipócrita.
Las juventudes insumisas, profundamente insatisfechas, toman calles y plazas.
Los movimientos ambientalistas en lucha se potencian y multiplican frente a los poderes depredadores de un capitalismo ambientalmente insostenible.
Los pueblos originarios y las comunidades afro-descendiente le dicen basta al coloniaje y a la discriminación. Igual acontece con las comunidades LTGG.
La lucha de clases y el antiimperialismo recuperan fuerza y adquieren profundidad ante la negación de soberanía a las naciones y negación de derechos vitales al pueblo trabajador.
Aumenta el número de los Estados soberanos y las opciones de poder anti-neoliberales.
La diversidad oprimida se levanta y confluye hacia un abanico de luchas y protestas todavía más amplio y con variadas expresiones de poder. Se va conformando así un bloque de Estados (incluidas potencias emergentes solidarias como Rusia, China, Irán…), movimientos sociales combativos, cosmovisiones culturales, partidos y pueblos en lucha, enfrentado a los poderes tradicionales y apuntando hacia lo alternativo al sistema imperialista en decadencia.
La agresividad imperialista crece al compás de la decadencia imperial, provocando enormes sufrimientos y penurias, pero sin lograr apagar la llama de la liberación. Todo lo contrario.
Esto es especialmente evidente en Nuestra América. Su mal llamado “patio trasero” está en franca rebeldía. EEUU pierde terreno económico y político respecto a Rusia y a China, y sobre todo pierde el control sobre no pocos pueblos y Estado. La ola por la auto-determinación se ha reactivado, con pandemia y todo, mientras las pugnas al interior de las derechas gobernantes siguen profundizándose.
Una combinación de indignación social y sentido de patria grande asume un vigor esperanzador.
EEUU no logra la manera de derrotar a Cuba, a Venezuela, a Bolivia…que cuenta con pueblos heroicos y fuerzas solidarias.
Chile se levantó con tal dignidad popular que pudo abrirle cause a un proceso constituyente esperanzador.
Colombia estalló como pueblo y se está tornando ingobernable por el Estado Narco-terrorista Made in Usa.
En Perú, el pueblo de a pie, con un fuerte componente de rebeldía andina, tomó las calles y ganó en las urnas.
En Haití, bajo un gobierno mafioso y neocolonial, se han vivido intensos periodos de protestas multitudinarias, violencia gubernamental y paramilitar, choques de pandillas, una parte de ellas manipuladas por el propio presidente Moíses, quien recientemente fue acribillado a tiros en su propia residencia.
El pueblo de Honduras se lanza en multitudes periódicamente contra un narco-estado violento y criminal, y algo parecido hace también el pueblo de Borinquén en procura de bienestar y autodeterminación
Argentina popular derrotó a Macri, mientras Paraguay sigue convulsionado.
México tomó la ruta de su soberanía.
El pueblo brasileño está recurrentemente en las calles contra el neofascismo trumpista de Bolsonaro.
Las buenas “sorpresas” se tornan más frecuentes en esta pelea tan desigual y dura como realmente promisoria.
La acumulación de indignación es muy alta y tiende a romper las trabas en el centro y en la periferia del sistema imperialista occidental.
El reto es articular y calificar todo esto, forjar al calor de las luchas, nuevas vanguardias político sociales de profundo aliento anti-sistémico, que ayuden a elevar la conciencia revolucionaria y a organizar las diversas rebeldías, a cualificar las luchas en el sentido transformador, a instrumentar las respuestas necesarias al despliegue de violencia ejercida desde el poder en crisis y a disputar poder y crear poder alternativo. ¡Que contribuyan a hundir lo que declina y a ayudar a nacer lo nuevo en gestación!
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