LA NAVIDAD

La Navidad es un tiempo de amor porque Dios nos amó primero y nos dio el regalo grandioso e inefable de Su Hijo. El que creó el universo se encarnó, o como algunos dicen, «se humanizó», para que le conozcamos como nuestro Señor, nuestro Dios, nuestro Salvador y así tengamos la vida eterna. Por esto en esta época cristianos y no cristianos nos hacemos regalos.

 Porque «Un Niño nos es nacido, un Hijo nos es dado…» decía el profeta Isaías. Su Nombre Emanuel, «Dios con nosotros», es el nombre honroso profetizado por Isaías y anunciado por el ángel Gabriel, pero conocido sólo por los creyentes verdaderos que vemos que el Hijo y el Padre uno son.

 «El que ha visto al Hijo ha visto al Padre» decía Cristo a Tomás. Testigos oculares afirmaron Su vida, muerte, resurrección y ascensión, y ahora estamos esperando Su Glorioso Regreso que El nos prometió y que los Apóstoles anunciaron.

En el Evangelio, o «Buenas Nuevas», conocemos el amor de Dios. Toda la Biblia proclama el amor de Dios, especialmente en la pasión del Cristo. «En esto conocemos el amor de Dios en que El dio Su vida por nosotros…» (I Juan 3:16).

 ¿Dónde encuentras tal amor en otras religiones? El Antiguo Testamento lo dice; el Nuevo lo grita: DIOS NOS AMA. Por eso el ángel, al anunciar Su nacimiento a unos pastores dijo, «Os traigo buenas nuevas de gran gozo que será para todo el pueblo.»

¡La Navidad es una buena noticia! El Hijo de Dios vino y murió por nuestros pecados para que podamos ser perdonados y nacer de nuevo como hijos de Dios. ¿Es una Buena Noticia para nosotros? ¿Hemos olvidado el significado de la Navidad? ¿Recordamos a Cristo con amor y gratitud en esta época?

En las posadas, pastorelas, fiestas y comidas recordemos a Aquel Don Inefable que Dios nos ha dado. Testifiquemos a otros que necesitan oír que la Navidad es un mensaje cristiano y evangélico, no una fiesta pagana basada en fábulas y mitos de milenios pasados. Hagamos una celebración verdadera de alabanzas a Dios, de fe viva que confiesa que Jesús es nuestro Señor.

No dejemos pasar esta Navidad sin compartir con otros cuánto amamos al Dios que nos dio a Su propio Hijo para salvarnos.

Hay otro aspecto de la Navidad que necesitamos ver con toda claridad. No es solamente un hecho histórico que estamos creyendo; es una experiencia personal que vivimos. No puede ser sólo una relación de segunda mano recibida por nacer en una cultura históricamente cristiana. Es una relación personal con ese Dios que ahora llamamos Padre porque hemos recibido a Su Hijo como Señor y Salvador.

 La Biblia dice: «Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo…» (Rom. 10:9). También afirma: «Este es el testimonio que Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en Su Hijo; el que tiene al Hijo tiene la vida y el que no tiene al Hijo no tiene la vida» (IJuan 5;11,12) . Es una relación que empieza con una decisión de creer en Cristo y arrepentirse de la vida pasada para vivir una nueva vida. Pero también es una vida de fe diaria que se entrega a Jesús como Señor para andar como El quiere y manda.

La Navidad debe significar para nosotros que hemos recibido ese regalo precioso del Hijo en nuestros corazones y que estamos viviendo para El ahora. Recibimos el Don y le ofrecemos nuestras vidas para usarnos como El quiere. Así debemos entender el mensaje navideño, mis queridos amigos. Vivámoslo cada día del Nuevo Año para que sea nuestro testimonio de la realidad de Cristo en nuestro corazón. Este es el mensaje que la gente necesita ver y oír de nosotros.