Diariamente vivimos inmersos en situaciones difíciles donde otras personas cometen actos contra nosotros que nos hacen sentir mal y desarrollan sentimientos de odio contra ellos.
Todos los días vemos como las personas se agreden verbal y físicamente, a veces por hechos que no son importantes y otras veces por acciones verdaderamente inhumanas.
En nuestros trabajos encontramos muchas situaciones de desprecio, de no valoración, de abuso. En nuestras casas a veces nuestros padres, nuestros hermanos, nuestras esposas o esposos, nos hacen sentir mal por el maltrato que recibimos de ellos.
Estamos muchas veces inmersos en situaciones donde nos sentimos ofendidos, maltratados, abusados y eso hace que desarrollemos un sentimiento de odio y de venganza contra todos los que se han empecinado en hacernos sentir mal o que han atentado contra nuestra tranquilidad como seres humanos.
Una de las grandes en enseñanzas de nuestro Señor Jesús fue saber perdonar. El perdón es un bello bálsamo de amor que cambia para siempre nuestras vidas. Saber perdonar es caminar la senda que caminó Jesús y es la mejor vía para encontrar la paz y la tranquilidad.
Perdonar y amar son las claves de una buena vida, sin importar lo que haya sucedido en contra de nosotros. El apóstol Pablo dice en Colosenses 3:13-14 lo siguiente:
“Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Sobre todo revístanse de amor, que es el lazo de la perfecta unión”.
Perdonar y amar son dos caras de la moneda que todos necesitamos para que nuestras vidas caminen en armonía y perfección para con Dios. Jesús enseñó a perdonar y perdonar de verdad, olvidando todo lo que nos hayan hecho porque ahí está la clave del verdadero perdón.
Si tú dices que perdonas pero no olvidas, realmente no estás perdonando. Si no olvidas, ese dolor que llevar dentro en contra de quien te hizo un mal se irá agrandando cada vez más y más y te quitará la paz interior, te alejará de Dios y te mantendrá en tormento y dolor.
El odio es un combustible en tu corazón que hace crecer la llama de la infelicidad y el sufrimiento. Debemos amar profundamente a nuestros hermanos y perdonarlos sin importar los que nos hayan hechos.
El evangelio de Juan es muy preciso en esto cuando afirma en el capítulo cuatro versículo 20 lo siguiente: “Si alguno dice: «Yo amo a Dios», y al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. Pues si uno no ama a su hermano, a quien ve, tampoco puede amar a Dios, a quien no ve.
Jesucristo nos ha dado este mandamiento: que el que ama a Dios, ame también a su hermano”. Pedro le preguntó a Jesús si era suficiente perdonar siete veces a nuestros hermanos cuando nos hacían daño y Jesús le respondió no hasta siete sino setenta veces siete, queriendo decir con esto que se debe perdonar siempre, sin importar las ofensa que se hayan cometido contra nosotros.
Y nunca dejemos de sembrar amor para poder cultivar amor. Y tengamos siempre en nuestras mentes y en nuestros corazones esa hermosa expresión de 1era de Juan 4:8 de que «el que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor».