Madrid.- Europa y Latinoamérica son regiones complementarias en la transición energética, una ventaja que la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) desea impulsar con el proyecto EnergyTran. Este proyecto busca crear redes entre investigadores para avanzar conjuntamente y asegurar que se consideren sus impactos sociales y medioambientales.
La iniciativa, financiada con 1,5 millones de euros del programa Horizonte Europa de la Unión Europea, reúne a investigadores de once universidades y centros de seis países (España, Portugal, Argentina, Chile, México y Costa Rica) para trabajar conjuntamente en la transición energética durante dos años.
El proyecto busca unir a dos regiones que son «muy complementarias» en ese ámbito, como explica en una entrevista con EFE la directora general de Educación Superior y Ciencia de la OEI, Ana Capilla.
«América Latina tiene un gran potencial de producción, desde litio a hidrógeno verde. Y Europa es más avanzada en el desarrollo de las tecnologías que permiten obtener el potencial de esas energías o de esos materiales», señala.
Capilla recuerda que Argentina, Bolivia y Chile forman el llamado «triángulo del litio», que posee el 56 % de las reservas mundiales, y se estima que el 12 % de la producción mundial de hidrógeno verde podría provenir de América Latina.
El problema es que esta región quede nuevamente como un mero extractor y no participe en el resto de la cadena de valor.
«Para eso necesitas conocimiento. Y eso es lo que aporta EnergyTran. Por un lado, Europa tiene acceso al litio. Y por otra parte, América Latina la capacidad de poder luego participar en el resto de la cadena», con plantas de procesamiento o vendiendo baterías, ejemplifica Capilla.
Europa también tiene mucho que ganar: «Tienes un problema de suministro de energía, y a largo plazo la solución puede venir de América Latina, que es un socio mucho más fiable».
Los participantes trabajan en soluciones como sistemas de almacenamiento o baterías de mayor duración, pero este proyecto multidimensional no se centra solo en el desarrollo de las tecnologías, sino que también busca generar conocimiento sobre sus impactos ambientales.
Se están desarrollando indicadores para medir esos impactos medioambientales y se está poniendo en contacto a investigadores que pueden complementar sus campos de acción: quien se dedica a las tecnologías relacionadas con el litio puede beneficiarse del trabajo de un compañero que estudia cómo la extracción puede dañar los acuíferos.
La transición energética y el cambio climático son dos esferas interconectadas, y en América Latina no falta conciencia al respecto; este año, la COP se celebra en Belém (Brasil).
Aunque los latinoamericanos son conscientes de que ya están sufriendo sus efectos, el problema radica en cómo enfrentarlos ante la falta de inversión y de trabajo conjunto a nivel regional, según la directora general de la OEI.
Por ello, también es importante fomentar la generación de conocimiento en el sector dentro de América Latina, para no depender de experiencias de terceros y basarse en la realidad propia de la región. Instalar turbinas eólicas en la costa de los Países Bajos no es lo mismo que hacerlo en el Caribe, ilustra Capilla.
La transición energética debe ser sostenible, pero también justa. Por ello, el tercer pilar de EnergyTran es su dimensión social, es decir, tener en cuenta los efectos sobre las poblaciones locales.
El proyecto también tiene una vertiente de género, ya que en el sector energético de América Latina, en general, hay poca representación femenina.
Las carreras de ciencia, energía, tecnología y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), junto con la participación en proyectos locales de autoconsumo con paneles solares —»al final, la mujer es quien lleva la casa», dice Capilla—, son formas de aumentar su implicación en la transición energética.
La iniciativa también incluye la elaboración de recomendaciones políticas, para que el conocimiento generado llegue a las autoridades y estas puedan tomar decisiones informadas y saber dónde invertir.
A la OEI le gustaría ir más allá de las redes de conocimiento y profundizar en el potencial de formación y generación de empleos en el ámbito de la transición energética, siempre que el proyecto pudiera continuar con nuevas convocatorias de fondos.
«Hay una necesidad de capacitación de los técnicos en los ministerios. Desarrollar una política energética también requiere una cierta capacitación», defiende.
Hasta ahora, los resultados tangibles del proyecto incluyen 50 movilidades internacionales de expertos entre Europa y Latinoamérica, más de veinte actividades, publicaciones científicas sobre litio, hidrógeno verde y género en la transición energética, y una plataforma digital con 1,500 investigadores registrados.
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