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La partícula maldita

Los científicos están celebrando con mucha euforia el anuncio del  descubrimiento de una partícula que podría ser el Bosón de Higgs, también conocido como la “Partícula Dios.

El anuncio fue hecho por  la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) durante la Conferencia Internacional de Física de Altas Energías, (ICHEP 2012), que se celebra en la localidad australiana de Melbourne.

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo,  no es una partícula, ni tampoco una teoría,  sino una persona real,  omnipotente, omnipresente y omnisciente, creador de los cielos, la tierra y todo el universo (Génesis 1:1-18). Jehová, que es Espíritu y Verdad, dijo así: “El cielo es mi trono y la tierra estrado de mis pies”, (Isaías 66:1). Y Dios” sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”, (Hebreos 1:3).

Los científicos dicen que por ahora existe una teoría casi completa sobre cómo funciona el Universo en un sentido amplio: desde las partículas que componen los átomos y las moléculas de la materia que vemos hasta las más extrañas. Estos se admiran con las maravillas que se deriva de las partículas que componen los átomos, dejando ver así la grandeza de nuestro Dios y su perfecta creación.

Sin embargo, desde que el hombre  pecó y se reveló  contra Dios, Satanás introdujo una  partícula maldita que es la avaricia o codicia, uno de los defectos o pecados del alma humana que más daños ha causado a la humanidad.

Wilkipedia define la avaricia como “…una inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones”. También define la codicia como “…el afán desmedido de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas. La Real Academia Española define la avaricia en pocas palabras pero de mucho peso, como «afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”. El Diccionario Cuyás, un poco más sucinto, la define como «un apego desordenado a las riquezas«.

La avaricia es un deseo insaciable y enfermizo; cuánto más se posee, más se desea. Otro término para la avaricia es «filarguros», que significa «amor al dinero»; podríamos decir que son «dinerófilos», «enamorados esquizofrénicos del dinero» (Lucas 16:14; 1Tmoteo 6:10; 2Timoteo 3:2). Esta dinerofilia, según 1Tm 6:10, es «la raíz de toda clase de maldad«.

Esta partícula maldita que es la avaricia y la codicia, ambas unidas, afectaron a los banqueros estadounidenses, cuya ambición desmedida de lucro personal, produjeron  la crisis bancaria del 2008 en Estados Unidos, cuyos efectos los sintieron también diferentes países del mundo. El pueblo norteamericano todavía sufre la secuela de esa crisis.  También fueron protagonistas de otras crisis anteriores que produjo conflictos bélicos como los de Irak por ambición a su petróleo y Afganistán, donde todavía se lucha contra el “terrorismo”.

En el ámbito de la religión, especialmente la judeocristiana que es donde nos desenvolvemos en comunidades diversas, tanto la avaricia como la codicia, son consideradas como pecados capitales, y como tal, en cualquier sociedad y época, han sido demostradas como un vicio,  de lo más rastrero, repugnante, son más bien, manías, es un tipo de psicosis progresiva y de fatales consecuencias.

Es lamentable que en nuestro país muchos empresarios, banqueros, hacendados, comerciantes, industriales y políticos, estén seriamente afectados de esta partícula maldita  y diabólica que es la avaricia y la codicia.

Esperamos que los funcionarios del próximo Gobierno del licenciado Danilo Medina rechacen, por el bien del país, los efectos de la perniciosa  partícula maldita  de la avaricia y la codicia, que es el germen de la corrupción, el cual ha perjudicado el desarrollo de nuestro país.

Jamás un avaricioso ni un codicioso podrán dormir en paz – nunca, – ni en esta vida ni en la otra, y su descendencia hasta la cuarta generación recibirá la paga de una maldición que les perseguirá y acosará sin tregua ni descanso.

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