Redacción.- Como madre estoy horrorizada y no es para menos. Creo que cualquier ser humano que se haya enterado de este drama vivido en una comunidad de Salcedo por el abuso sexual de 12 menores de edad tiene que estar igualmente conmovido e indignado.
El abuso sexual a niños, niñas y adolescentes es un crimen de lesa humanidad y cada vez que tenemos noticia de un caso, estremece la conciencia de la gente sensible que no puede permanecer indiferente frente a este salvajismo.
Bajo cualquier situación o circunstancia constituye un acto de barbarie que amerita enérgica condena y sanciones ejemplarizadoras.
Debemos reflexionar profundamente porque, además de personas cercanas al círculo familiar que se ven frecuentemente involucradas en estas infames acciones, ahora tenemos también maestros que se prestan a estos abusos.
¿Cómo es posible que profesores que por la naturaleza de sus funciones, casi un sacerdocio si lo ejercen con ética y dignidad, puedan constituirse en agresores de niños indefensos que están llamados a proteger, además de educar?
¿Qué desenfrenado y grave falta personal lleva a un educador a embarazar a tener relaciones con una estudiante y embarazarla como hemos visto en estos días?
¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿Dónde estamos fallando con estas miserias e inconductas incalificables? ¿Cómo podremos reparar el daño moral y emocional causado a niños y niñas abusados?
Madres y madres tenemos que estar alertas y dar un estricto monitoreo a estos niños para prevenir cualquier atentado a sus frágiles conciencias. A las autoridades y a la Justicia en particular le toca jugar un crucial papel sin excusas ni actitudes blandengues.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email