Los líos en la Cámara de Cuentas, interminables, han llegado ya a un punto tal en que ameritan una drástica solución o cuando menos un freno para detener la crisis que se registra a lo interno de ese organismo de fiscalización.
Esta crisis en una entidad independiente y que está llamada a cumplir una delicada labor institucional, se ha profundizado ahora por la forma en que su presidente sale a debatir públicamente las diferencias entre sus miembros.
Esto ha revelado al país un problema de una dimensión mayor que la hasta ahora conocida y que apunta a un verdadero estado de ingobernabilidad.
Se ha hablado y requetehablado de una posible interpelación, hasta de un eventual juicio político no solo al presidente de la Cámara de Cuentas, sino a todos los miembros de su pleno.
Pero mientras el bla bla bla sigue, el descalabro y el descrédito se ahonda en ese organismo.
¿Podrán las propuestas que se estudian para una investigación concretizarse en el Congreso e impulsar vías que disipen las discordias?
Cuando este drama apenas comenzaba, el año pasado revelamos en una perspectiva lo que eran ya signos visibles de la gran crisis a lo interno que se vislumbraba entre los integrantes de la Cámara de Cuentas, diciendo en ese momento que habían casi 200 auditorías listas, pero que no las daban a conocer.
En ese entonces dije que me resistía a creer que nuevamente hubiese un conflicto en esa institución, especialmente después de que sus miembros habían sido escogidos con bombos y platillos.
Lo importante ahora es que la razón se imponga y que de alguna manera se logre sobrepasar este grave problema y poder despojar a ese organismo de una especie de fucú o de lastre de dificultades que preocupan a la sociedad dominicana.