Sin cerrar la posibilidad del diálogo como medio civilizado para buscar solución a los conflictos, es claro que en el caso haitiano se ha llegado ya a un nivel de gravedad y deterioro social, económico y político de tal complejidad, que se imponen acciones que solo una fuerza multinacional estaría en capacidad de afrontar.
El presidente Abinader acaba de insistir sobre ese tema ante la asamblea general de la ONU y su llamado ha tenido esta vez un énfasis de alerta y prevención al señalar que la comunidad internacional debe actuar antes de que pueda desencadenarse una crónica de muerte anunciada.
Abinader se refiere de este modo al estado de inseguridad e ingobernabilidad en que está sumido Haití desde el magnicidio del presidente Moise y la instalación de un gobierno encabezado por el primer ministro Ariel Henry, carente de medios y capacidad para poner freno a las acciones de las bandas criminales que imponen el terror en la vecina nación.
Por primera vez en meses de creciente incertidumbre, la renuencia de la comunidad internacional a ir en auxilio de Haití, comienza a tener un impulso con la adhesión del presidente norteamericano Joe Biden al envío de un contingente multinacional.
Tal como ha pedido el presidente Abinader, es de esperar que por fin el Consejo de Seguridad de la ONU, apruebe esa fórmula sin más dilación antes de que pueda desatarse en Haití un estallido social de consecuencias impredecibles.
Como ha dicho y reiterado el mandatario, ese penoso drama humano no puede ser asumido solo por la Republica Dominicana, pero es innegable que como pueblo y nación no estamos ajenos ni inmunes a sus consecuencias porque compartimos una misma isla.