Lo del informe PISA es una muerte anunciada. Más aún: es un “Deja vu”, porque muchas otras veces nos ha ocurrido, y es como volverlo a vivir. ¿Por qué se han rasgado las vestiduras ante las comprobaciones del informe PISA? ¿Quiénes son los culpables del estado de situación del sistema educativo dominicano? ¿Por qué nos debe importar a todos estos resultados catastróficos que arroja la evaluación del informe PISA? ¿Qué hemos hecho con el 4%, y en qué falló el movimiento social que logró esta conquista?
Quienes conocen el sistema educativo dominicano saben que todo lo que PISA dice estaba ya deglutido en los numerosos informes de los organismos multilaterales y las instituciones del ámbito americano que someten periódicamente a un escrutinio la calidad de la educación en los distintos países del continente. Desde hace algunos años nos hemos disputado con Honduras el último lugar en los laboratorios del CERCE (Estudio Regional de la calidad de la Educación), y en los resultados del TERCE (que estudia los logros de los sistemas educativos americanos a gran escala) nunca hemos salido de los últimos lugares. Cualquiera de los informes globales de las instituciones multilaterales que estudian el desarrollo humano nos siembra sin piedad en las escalas más bajas, y bastaría con echarle una ojeada al Índice de competitividad global del Foro Económico Mundial, o a los Informes del BID, a los del Banco Mundial, o a los estudios de OXFAN, etc. Esa cartografía de nuestro fracaso en el sistema educativo estaba escrita antes de que PISA nos la esculpiera, pero PISA nos ha estremecido.
PISA nos demuestra que el 91% de los estudiantes dominicanos no tienen las competencias predecibles en matemática, y que el 82% se queda congelado en el nivel dos, lo cual quiere decir que la capacidad de abstracción de los alumnos es limitada, que el grado de complejidad del proceso cognitivo que pueden enfrentar está precariamente desarrollado, y que el proceso de enseñanza aprendizaje no puede dar los resultados esperados en un sistema efectivo de educación. PISA evalúa estudiantes de quince años, y sería injusto echar sobre el gobierno actual el resultado de esta evaluación; pero es la gestión política del Ministerio de Educación la que ha proclamado haber hecho una “Revolución Educativa”, y todo el imaginario implantado en la mente del pueblo a través de una propaganda agobiante se desploma con el informe. ¿Es PISA el resultado de la “Revolución Educativa”? En los sistemas educativos no hay “Revolución”, ninguna teoría sicopedagógica sustituye la realidad, y el aprendizaje es siempre procesual. En educación lo que importa son las competencias, no las consignas. Y el error de quienes capitanearon la conquista del 4% fue no continuar la lucha para impedir que políticos inescrupulosos instrumentalizaran el 4%.
El informe PISA lo que hace es alertarnos, develarnos la realidad de que el sistema educativo avanza hacia la insostenibilidad económica, sin haber transformado cualitativamente la educación. Y que si el 4% debía por lo menos haber colocado el sistema en una situación de desempeño, la corrupción lo ha lastrado, el manejo personalista y la instrumentalización oficialista de las metas educativas lo han convertido en una consigna, no en una realidad esperanzadora. Lo peor que pudo haberle ocurrido a esta sociedad, que vio en el 4% una conquista invaluable, fue el Ministro Carlos Amarante Baret. En una entrevista reciente al intelectual francés Alain Touraine, refiriéndose a la educación dijo: “Los culpables de lo que pasa en educación no son los maestros, es el sistema”. Y éste es el caso. Se requería para el primer impulso del cambio un espíritu bondadoso y abierto que amara la educación por sobre todas las cosas. Nos impusieron un político que no ama la educación, y cuyos objetivos eran otros.
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