Entre los resultados de varias de las tendencias de transición desde el sistema político de democracia representativa y limitada que ha prevalecido en las últimas décadas hacia un sistema más complejo, abierto y dinámico, se encuentran los que tienen que ver con el rol de la opinión pública, la rendición de cuentas y la participación social.
Durante décadas, la gobernabilidad democrática se asentó en la generación de consensos a través de la influencia de los gobiernos y actores políticos en la formación de la opinión pública, que en gran medida se basaba en el despliegue hecho en y a través de los grandes medios masivos de comunicación y la relación con los agentes de opinión, cuya acción unidireccional conformaba la percepción de grandes masas respecto de las actuaciones de gobierno o las posturas de los actores políticos.
Con el desarrollo de la era de la información y la sociedad red, tanto en las democracias más avanzadas como en sociedades con sistemas políticos distintos, los procesos de comunicación unidireccional dominantes en la fase previa han dado paso a situaciones nuevas, de millones de ciudadanos y ciudadanas conectados a medios móviles de interacción en red, con capacidades bidireccionales y abiertas de circulación de mensajes que han modificado la relación entre medios masivos, tradicionales generadores de opinión y la formación de la percepción pública o mayoritaria.
La opinión y la percepción pública ya no es un fenómeno de franjas mayoritarias y monolíticas alimentadas sólo o principalmente por los medios de comunicación masivos, unidireccionales. Como estableció Castells y nos recordara Ántoni Gutérrez-Rubí, hace algunos días, más que opinión pública ahora tenemos opinión compartida, cuyo proceso de establecimiento puede resultar tanto de lo colocado a través de los medios masivos y generadores de opinión pública tradicionales como de la formación de percepciones y estados de ánimo procedentes de la emisión de mensajes y del intercambio de puntos de vista entre millones de usuarios conectados a medios móviles en el espacio de las redes digitales.
El incremento del acceso inmediato a información relevante sobre las acciones de gobierno ha alcanzado niveles extraordinarios. La facilidad para filtrar información, procesarla, consultarla y validarla a través de estrategias crowd o de inteligencia de multitudes (muchas veces espontáneas o poco diseñadas), genera una situación de relatividad en la confianza hacia las fuentes y de incremento de las capacidades individuales de contrastar, discriminar, hacer feedback, retro informar e influir en la generación de información, mensajes, ideas, percepciones y estados de ánimo.
Este contexto, que se encuentra en una muy veloz evolución e innovación en cuanto a estándares comunicacionales, ha afectado y está afectando la política. La capacidad de la gente de intervenir en la forma en que se genera y en el estado de la opinión pública, transformada y en transición hacia “opiniones compartidas”, ha hecho que cobren cada vez más importancia tanto la participación en los procesos de definición y decisión de las políticas públicas como la rendición de cuentas y la validación social de las estrategias y propuestas gubernamentales.
Esto explica por qué aun de manera informal o no vinculante, las administraciones más exitosas son las que sondean, consultan, toman en cuenta las percepciones y puntos de vista de los distintos colectivos que participan en la gestación de las opiniones compartidas, que son las que dan forma a la opinión pública. Una parte de estos procesos de retroalimentación se desarrolla a través de herramientas estándares y procedimientos formales propios del marketing político y del trabajo de relaciones públicas e influencia en la percepción: encuestas, sondeos, grupos focales y paneles.
Pero otra gran parte se gestiona de manera más intuitiva e irregular, utilizando más las redes sociales digitales y no digitales, la reputación y capacidad de llegada de personas influyentes o nodos en el tramado de las redes de información que nos rodean todo el tiempo y a todas horas.
Participación a través de diversos mecanismos de veeduría, desde los formalizados hasta los que se generan por la interacción en las redes sociales y la reacción rápida frente a mensajes y “trending topics” en las redes sociales digitales, procedimientos y normas de libre acceso a la información, creación de instancias de validación social de la rendición de cuentas, etc. Un nuevo universo de formas de participación en la creación de las opciones de política pública y en su puesta en ejecución y despliegue ante la sociedad, son todas, dinámicas de la acción de gobernar e interactuar políticamente que están cambiando la democracia y complementando la representatividad tradicional.
Es una transición difícil, que nos saca de las zonas de confort de la cultura política de los partidos y los medios masivos de comunicación, unidireccionales. La política ya no es lo que era, y pronto lo será mucho menos. Conviene que lo tengamos muy presente a la hora de pensar en el futuro político de corto y mediano plazo.
Porque es cierto que en la sociedad dominicana prevalece una gran mayoría de gente no conectada, pero ¿quién nos dice que los conectados y productores de la opinión compartida no lograrán una influencia de mayor peso entre los que están fuera de las redes? Es algo para reflexionar.
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