Eso de la pentagonización del imperialismo estadounidense no es un simple decir, ni debe ser medido exclusivamente con los parámetros convencionales de la militarización de la política exterior de un «súper-estado» con delirios de dominio mundial.
El nivel actual de militarización de los EEUU guarda relación con la amalgama entre Estado, ciencia, complejo industrial-militar, posmodernidad tecnológica, y corporaciones privadas conexas; en una fase de gran decadencia imperialista y, por tanto, de mucha agresividad.
Se ha hablado mucho del «ECHELON», programa estadounidense utilizado para espiar a sus aliados y sus “enemigos”, especialmente empresas y empresarios europeos, y en todo lo concerniente a sus competidores chinos, rusos e iraníes.
También se conoce bastante de «Carnivore» (lo que allí se escribe) y sus programas espías para monitorear el Internet, creado y desarrollado por el FBI en el contexto del gobierno de Bill Clinton, renovados por la Administración Obama.
Igual ha sido bastante analizada la tesis de la guerra preventiva y todo lo relativo a la tristemente famosa «guerra antiterrorista», «guerra global» o «guerra infinita», puesta en práctica desde el Pentágono y la Casa Blanca para conquistar petróleo, gas, agua, biodiversidad, opio, y minerales estratégicos; dada las agudas carencias de esa gran potencia, depredadora y consumista en extremo, temerosa de arribar por esta razón al final de su vida como imperio.
Se reitera además a cada paso el programa de «guerra de las galaxias» tan cuestionado por amplios sectores del planeta.
Ahora mismo hay que prestarle especial atención a los resultados de la rehabilitación y puesta en movimiento de la IV Flota de la Armada de Estados Unidos, comandada siempre por contralmirantes jefes del Comando de Tácticas Especiales de Guerra Naval y del Grupo SEAL, comando elite de amplias experiencias de exterminio en Vietnam, Laos y Camboya.
El supuesto combate al «terrorismo», al «narcotráfico», al “tráfico de personas”, “al crimen organizado” y a la «migración» son los propósitos proclamados de esas operaciones navales, que intervienen mares y puertos, y entran a la red de los grandes ríos suramericanos para preparar su plan oculto: la toma militar de la Amazonía y de sus enormes riquezas, sobre todo aquellos renglones en que EEUU exhibe un dramático déficit para la continuidad de su vida imperial, agua entre otros.
Ahora y en el pasado reciente está en marcha la ejecución -según los propósitos imperiales y las características específicas de los países y sus respectivos procesos- de las llamadas “Guerras de 4ta y 5ta Generación”; con énfasis en esferas como las mediática, económica, cibernética, paramilitar, biológica, prácticas de sabotajes… y en la línea de la desestabilización de procesos soberanos como los de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, México…
Pero todo esto se queda cortito en cuanto a vocación perversa y capacidad de maldad para imponerse por la vía de la fuerza, la destrucción, el ecocidio, el genocidio y el “caos controlado”, al detenernos a observar su innovador y tenebroso capítulo sobre «guerra climática». Veamos:
“En Gakona, Alaska, la Fuerza Aérea, la Marina y la Oficina de investigación de proyectos avanzados de defensa del Pentágono han instalado 180 antenas que funcionan como una sola y son capaces de emitir hasta un billón de ondas de radio de alta frecuencia que introducen una masa ingente de energía en la ionosfera, o capa superior de la atmósfera, que reenvía hacia ésta radiaciones que aumentan su temperatura.”
“Se puede así inducir un cambio en la ionosfera que permite alterar el clima de una zona
seleccionada de la superficie terrestre con secuelas desastrosas: lluvias excesivas, inundaciones, multiplicación de huracanes, sequías prolongadas, terremotos, la interrupción del suministro eléctrico y de las comunicaciones por cable, accidentes graves en gasoductos y oleoductos, etc. ¿Será un arma de la guerra geofísica?…
“El economista canadiense Michel Chossudovsky señala que esa manipulación del clima permitiría a EE.UU. dominar regiones enteras: «Sería el arma preventiva por
excelencia. Se puede dirigir contra países enemigos o ‘naciones amigas’ sin su conocimiento, utilizarse para desestabilizar economías, ecosistemas y la agricultura. Podría asimismo devastar los mercados financieros y comerciales. Una agricultura desestabilizada crea mayor dependencia de la
ayuda alimentaria y de la importación de granos procedentes de EE.UU. y de otros países occidentales» (diciembre de 2007). Hay más: sus efectos pueden ser graves para el cerebro y el comportamiento humanos.»
A la luz de esa realidad es lógico deducir que el arma de la guerra climática podría estar siendo utilizada sin límites de escrúpulos contra Bolivia, Nicaragua, Venezuela, Cuba; sin excluir países colonizados donde es del interés de EEUU sembrar el caos (pienso en Haití), para apretar sus garras político-militares en compañía de países aliados o subordinados de cara a controlar reservas minerales de alto interés: combustibles fósiles, litio, tierras raras, oro, titanio, cobalto, biodiversidad….
Todo esto dirigido por cerebros retorcidos al servicio de un imperialismo realmente facineroso, capaz de causar a la humanidad los mayores daños en su misión imposible de sobrevivir dominando; enmarcado –a los compases de la pentagonización, la gansterización extrema del poder estadounidense y la manipulación de la COVID 19 y cosas parecidas- en la enorme crisis multifacética de esa gran potencia declinante, a su arrastre brutal a escala mundial y a las grandes conmociones sociales y políticas que está llamada a provocar en nuestro Continente y en el Mundo.
Alarma observar como personas, entidades, organizaciones y medios que se dicen “demócratas”, “progresistas” y hasta “patrióticos”, obvian esa realidad y aceptan como “normal” los actuales roles del Comando Sur, de la IV FLOTA, USAID-CÍA, de los Sistemas de Espionajes y Control Ciudadano, y el empleo y/o manipulación de instrumentos súper-modernos relacionados con el manejo perverso de la degradación biológica y las agresiones informáticas y climáticas.
¡Los Súper-Estados Canallas saben crear “Estados Fallidos” y echarles las culpas a sus víctimas colonizadas!