Cracovia (Polonia).- El próximo domingo, 30 millones de polacos elegirán a quien será su jefe de Estado durante los próximos cinco años y al mismo tiempo decidirán si suspenden, impulsan o revierten el proyecto liberal y proeuropeo del primer ministro, Donald Tusk.
Esta son las siete claves de estos comicios:
Mientras Tusk busca consolidar su agenda liberal –que incluye reformas judiciales, derechos LGBTIQ+ y acceso al aborto–, Duda ha bloqueado nada menos que 74 iniciativas legislativas y cuatro leyes clave, como la que permitía la píldora del día después sin receta.
Trzaskowski lidera los sondeos con el 33 % de intención de voto.
Su perfil cosmopolita –exministro de Europa y veterano del Parlamento Europeo–, a favor de Ucrania y la Unión Europea (UE), contrasta con el de Karol Nawrocki.
El historiador nacionalista apoyado por el partido Ley y Justicia (PiS) y que consigue en los sondeos un 29 % de los votos ha criticado al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, por su «ingratitud» hacia Polonia y se opone a la entrada de Ucrania en la OTAN y la UE.
Aunque el Parlamento puede anular el veto con una mayoría de tres quintos, la coalición de Tusk carece de los votos necesarios, por lo que quien gane tendrá capacidad para acelerar o frenar las reformas del Gobierno hasta 2027.
Nawrocki capitaliza el malestar por los costes económicos de acoger a refugiados ucranianos –Polonia recibió a 1.5 millones de ellos–, prometiendo «revisar esa situación».
Por su parte, Trzaskowski insiste en profundizar la integración europea, impulsando la adopción del euro y el cumplimiento del Pacto Verde.
El PiS acusa al Gobierno de debilitar la soberanía nacional, mientras la Coalición Cívica responde vinculando a Nawrocki con el aislacionismo de Donald Trump.
La cuestión ucraniana agudiza estas diferencias: mientras el candidato liberal insiste en apoyar a Kiev «hasta que venzan», su rival nacionalista afirma que «Zelenski no puede criticar a sus aliados» tras recibir ayuda militar polaca.
Si Trzaskowski gana, desbloqueará la reforma de esas instituciones. Si no, un presidente hostil a Tusk prolongaría el actual bloqueo y profundizaría en la esquizofrenia institucional que paraliza muchos de los cambios a que aspira.
El fantasma de la ingobernabilidad planea sobre un país donde el 45 % del electorado aún no ha decidido su voto.
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