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Las iglesias, el peregrino y el coronavirus

 No es conveniente que cierren templos, para que la población no se sienta desamparada, aunque desde cualquier lugar, Dios escucha las peticiones y permite las que convienen.

venecia-joaquin

El coronavirus, la pandemia que azota el mundo, tiene tanta fuerza que logró cerrar las iglesias donde se alimenta el alma, permaneciendo abiertos aquellos lugares donde se alimenta el cuerpo, supermercados, colmados, farmacias. Seguimos dándole más importancia a lo material que a lo espiritual.

Las personas que por tradición y fervor religioso suelen ir a la tranquilidad de los templos y ponerse en contacto espiritual con Dios buscando paz, descargando inquietudes, temores, manifestándole fe y amor, no han podido hacerlo, están cerrados. Ni siquiera hay un protocolo, para penetrar en esos escenarios. Respetando la distancia permitida debido a la pandemia, las iglesias debieran abrir sus puertas. Son muchos los que necesitan hacer catarsis espiritual, para evitar depresiones, para serenarse.

Esta búsqueda desesperada de ayuda espiritual pudimos apreciarla cuando un humilde artesano, llamado Peregrino de Villa Altagracia, tomó una cruz y con ella al hombro salió rumbo a Puerto Plata con la firme misión de sumergirla en la mar para que “Dios se apiade del mundo y erradique el Coronavirus”. Manifestó que su recorrido obedeció a señales del Señor Jesucristo.

La lectura que debemos darle a esa masa humana que alucinó ante la presencia del peregrino y lo siguió, debería llevar a la reflexión a líderes de diferentes iglesias, sobre sus acciones distantes, virtuales, temerosas y cierre de templos en estos momentos. Han generado vacíos existenciales y buscando llenarlo, corrieron tras el peregrino. Reconociendo su valentía, sacerdotes católicos lo bendijeron ¡significativa acción!

Desde que llegó la pandemia, todas las iglesias, en lugar de aprovechar la oportunidad para dinamizar la fe en Dios, han actuado con cierto temor, haciendo su ritual virtual, no presencial y así no llena adecuadamente el espíritu.

Recientemente, la Iglesia Católica buscó un helicóptero y dos sacerdotes, para con el Santísimo Sacramento, bendecir el pais, desde lo alto. Comprendo la intención, pero ¿Por qué no buscan mecanismos más sencillos, funcionales, prácticos? Pueden buscar vehículos con altoparlantes y salir por las tranquilas calles a bendecir las familias en sus hogares, en sus barrios, poniendo cantitos religiosos que serenen el espíritu.  Feligreses de diferentes comunidades    prestarían sus vehículos y harían de chofer, para esta linda misión.

Jesucristo se desplazaba a pie, en burro, se sentaba en roca para   estar cerca de la gente y hasta tocó leproso.  No lo visualizo en un costoso helicóptero, distante de todos. Pocos pueden seguir peregrinos y menos helicópteros, pero con los que se desplazan en “guaguitas” recorriendo las calles, se puede orar en los hogares, encendiendo velitas, poniendo las peticiones en manos de Dios; de esa manera la paz, la alegría y la esperanza invaden la comunidad.

Las iglesias que manejan lo espiritual, deben planear su accionar en tiempo de crisis, que como el coronavirus afecta el alma, para que no luzcan miedosas ni pierdan el rumbo, más bien, deberían retomar modalidades conocidas; desplazándose entre barrios y campos, enviando “mensaje a la conciencia” que queden sembrados en el alma de la humanidad. Los males debemos enfrentarlos esgrimiendo la fe en Dios.  No es conveniente que cierren templos, para que la población no se sienta desamparada, aunque desde cualquier lugar, Dios escucha las peticiones y permite las que convienen.

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