Un cordial saludo para todos mis queridos lectores.
El abuelo, con noventa y tantos años, sentado débilmente en la banca del patio. No se movía, solo estaba sentado cabizbajo mirando sus manos, Cuando me senté a su lado no si se dio por enterado y cuando más tiempo pasaba me pregunté si estaba bien. Finalmente, no queriendo estórbale sino verificar que estuviese bien, le pregunté cómo se sentía.
Levantó me miró y sonrió. Sí, estoy bien, gracias por preguntar.
No quise molestarte, abuelo, pero estaba aquí simplemente mirando tus manos y quien estar que estuvieses bien, le expliqué.
Las manos mías han hecho mucho en la vida. Hice a tu papa y luego a ti que eres mi nieto, y pareces mucho a mí.
Seamos como ese abuelo, que hagamos muchas cosas para mayor gloria de Dios.
Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.