La búsqueda de un asiento en el Consejo de Seguridad no permanente de la ONU, logro histórico alcanzado el pasado viernes con el voto favorable de 184 países de los 194 que integran la Organización de las Naciones Unidas, a cuya asamblea la República Dominicana arribó como candidata única del bloque latinoamericano, fue una de las tres razones por la que nuestro país cambió el abstencionismo que le había caracterizado en sus decisiones en la Organización de Estados Americanos (OEA), frente a Venezuela.
Fundadora de la ONU, era la tercera vez en la existencia de esa confederación que el país buscada esa posición sin haberlo logrado en los intentos del 2002, que perdió de México; y 2007 que lo ganó Costa Rica. Visibiliza más a un país en la comunidad internacional y lo hace partícipe de la discusión de los principales conflictos mundiales, lo que le hace ser tomado en cuenta.
Esto se añadía a otros dos motivos, el primero de los cuales, era que la República Dominicana en reciprocidad por el trato petrolero de Petrocaribe, que sustituía y ampliaba el recibido en función del Acuerdo de San José, ha abogado como nadie por una salida pacífica a la crisis venezolana que solo puede ser alcanzada a través del diálogo entre la representación de la oposición y el régimen chavista.
El presidente Nicolás Maduro y la jefatura del chavismo se han burlado de dos grandes jornadas de conversaciones promovidas por la comunidad internacional de la que la República Dominicana ha sido integrante de primera línea, como ocurrió con el diálogo promovido por UNASUR para contrarrestar una salida que propiciara una intervención de la OEA, puesto a cargo de los expresidentes Leonel Fernández, José Luis Rodríguez Zapatero y Martin Torrijos.
La otra gran iniciativa de diálogo auspiciada por el Vaticano, la Unión Europea, países latinoamericanos y los Estados Unidos, la encabezaron el presidente Danilo Medina y el canciller Miguel Vargas, que, al momento de tener un borrador de entendimiento acabado, fueron burlados por una convocatoria unilateral de elecciones, que se materializó el pasado 20 de mayo con el ausentismo masivo de los electores.
La otra razón: al adoptar la decisión de romper relaciones diplomáticas con Taiwán y establecerlas con la República Popular China, un paso favorable para los intereses dominicanos, el país despertó una indisimulable molestia por parte de los Estados Unidos, que no tenía por qué hacer mayor, votando contra la posición de los Estados Unidos en la OEA.
Es cierto que también tenía la opción de abstenerse como lo hicieron once países y no a favor de la resolución de la OEA que declara la ilegitimidad de la farsa eleccionaria llevada a cabo por el chavismo y condena la alteración del orden democrático en Venezuela, sumándose a una mayoría de 19 países que no alcanzan para producir una suspensión inmediata, pero allanan el camino para la salida de ese país de la OEA.
La repercusión inmediata es la de un mayor aislamiento de Venezuela, que también ha tenido incidencia en los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) que, de una posición de apoyo incondicional, empezaron a moverse hacia la abstención, como lo hizo Nicaragua.
La resolución de la OEA activa los artículos 21 y 22 de la Carta Interamericana que facultan propiciar una acción de fuerza en caso de que no se obtempere a los mecanismos de diálogos.