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Las riquezas de Cristo

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En este mundo hay muchas personas que se pasan la vida acumulando riquezas y al final de su existencia no las disfrutan, porque “al rico no le deja dormir la abundancia”,  (Eclesiastés 5:12) por temor a perder los  bienes materiales que han logrado.

El sabio Salomón dijo que “hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal; las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano”, (Eclesiastés 5:13).

Desde el punto de vista como el mundo entiende el término riquezas, es la abundancia de bienes materiales, pero desde el punto de vista bíblico, es la abundancia de bienes espirituales que son muy diferentes.

Es imposible que los bienes espirituales sean reconocidos y apreciados en su justo valor por los que no tienen los sentidos ejercitados en ellas. Veamos cuáles son algunas de las innumerables riquezas espirituales mencionadas en la Palabra de Dios.

Hay riquezas de gracia en Cristo, «en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (Ef. 1:7). Incorporados en Cristo tenemos las riquezas de verdadera libertad por medió del favor inmerecido.

También,  hay riquezas de gloria en Cristo, «alumbrando los ojos de vuestro entendimiento para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos» (Efesios 1:18). Estas riquezas de nuestra herencia gloriosa en el cielo sólo se pueden percibir  cuando nuestro entendimiento es iluminado por el evangelio de Cristo.

Asimismo, hay riquezas de pleno conocimiento en Cristo. «Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”,  (Colosenses 2:2,3).

El amor cristiano nos hace maduros para encontrar grandes tesoros espirituales de entendimiento pleno, conocimientos y sabiduría que se encuentran escondidos en Cristo. Los incrédulos y los inmaduros no pueden percibir estas riquezas. «Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas…Mas nosotros tenemos la mente de Cristo» (1 Corintios. 2:14-16).

Igualmente, hay riquezas en el vituperio de Cristo, «teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón» (Hebreos 11:26). La fe de Moisés no le permitió vacilar, escogiendo el oprobio de sufrir con su pueblo, en lugar del goce temporal del pecado. Su fe hizo que sus miradas se fijaran en la remuneración o el galardón. Su fe hizo entender a Moisés que los sufrimientos a que estaba expuesto el pueblo de Dios en Egipto eran el tipo de los de Cristo.

Así que a nosotros nos toca hacer lo que hizo Moisés, quitar nuestras miradas de los bienes de este mundo para fijarlas en las verdaderas riquezas de la gracia, gloria, bondades, sabiduría, pleno entendimiento y aquella riqueza especial que encontró Moisés, que le hizo escoger el oprobio en vez de los goces temporales del pecado.

La gracia sea con todos los que aman a Nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable.

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