Como en otras ocasiones en que el país ha sido afectado por fenómenos naturales, el paso de la tormenta Isaac dejó varias experiencias que aún se manifiestan en zonas anegadas y en los albergues.
Todavía no avanzados en la creación de una cultura preventiva en la población para que, además de seguir al pie de la letra las recomendaciones de los organismos de socorro, tome por cuenta propia sus propias medidas de autoprotección.
Debido a esta situación, familias residentes en zonas vulnerables que se inundan cada vez que se producen lluvias torrenciales, se resistieron a salir de sus hogares hasta el último momento, lo que dificultó las labores de evacuación.
Es justo reconocer la prontitud y eficiencia con que actuaron las autoridades para primero alertar y luego ir en auxilio en las zonas más afectadas, a pesar de las dificultades logísticas y operativas a causa de la incomunicación terrestre por puentes con aproches destruidos por la crecida de ríos.
Como hemos dicho en otras ocasiones, lo que procede en primer término, ante la amenaza de una tormenta o huracán, es estar atentos a los boletines de Meteorología y del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), que en periodos de amenaza de fenómenos naturales, son los únicos organismos con calidad para orientar y trazar estrategias.
En cuanto a los albergues y refugios donde ubican provisionalmente a los damnificados, las escenas deprimentes y las quejas se repiten porque la asistencia no es suficiente y no llega siempre con la debida puntualidad.
Esta es una fase humana que debe ser asumida de forma eficiente y responsable por la autoridad y que no admite excusas de ningún género y que, de ser deficiente puede empañar el buen trabajo realizado en la etapa de prevención.
Al finalizar el peligro que motorizó las evacuaciones es necesario hacer un censo para precisar cuántas personas están en capacidad de retornar a sus hogares y la ayuda que necesitan para rehabilitar sus viviendas.
En este proceso hay que contar con personal idóneo que haga un levantamiento sobre el terreno para hacer las comprobaciones de lugar, a fin de evitar las maniobras de algunos “vivos” que buscan sobredimensionar daños para tratar de obtener ventajas materiales.
Fuera de estos aspectos, la lección quizás importante que debe ser motivo de reflexión antes de nos azote otra perturbación atmosférica es que los residentes en las cercanías de ríos y arroyos, así como de otras zonas vulnerables, deben estar preparados para “autoevacuarse” en situaciones de peligro, sin necesidad de esperar que sean obligados por la fuerza.