Por: Venecia Joaquin
Diciembre es un mes muy especial ¡me encanta! Su llegada es un decirnos “cambiemos de tema, hablemos de amor”. Es un mes que acerca a Dios, que motiva a la reflexión profunda; a buscar en el baúl del alma, el traje más hermoso para vestir nuestras vidas: amar al prójimo. La navidad, recuerda el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, quien vino al mundo a salvar la humanidad.
Su vida fue un viacrucis de sufrimientos, buscando igualdad, justicia social, enseñando a amar el prójimo, a ser generosos. De ahí, que la navidad invita a compartir con la familia, amigos, a sacar la chispa hermosa y picara que enciende la alegría, el amor, la armonía.
Hay tendencia a decorar los lugares con arbolitos, luces, objetos de llamativos colores, con campanitas de tiernos sonidos, a poner música por doquier; es un querer proyectar lo más hermoso del alma, íntimos y cálidos sentimientos, de ternura ¡surge la melancolía! Como cómplice de este sentir, el clima tiende a ser frio, agradable, motiva a acurrucarnos; la brisa fresca es una caricia, cuando toca nuestros rostros, es como un abrazo colectivo para unirnos.
La navidad mueve a sonreír, invita a buscar en nuestro interior lo más hermoso, para que lancemos lluvias de energías positivas por doquier y llenemos de alegría el ambiente.
¡Llegó la navidad! pero los líderes políticos nacionales impiden disfrutarla; siguen en campaña, lanzando pinceladas demagógicas, de ambición, que empañan el ambiente. Los que realmente están preocupados por cuidar el alma de la nación, su progreso, deben detenerse y hacer un encuentro intimo consigo mismo; analizar su Yo interior, sus deseos e intensiones; sus actitudes y acciones, teorías y hechos, mentiras, verdades y demagogias. Con firmeza y coraje, deben hacer los cambios necesarios para lograr el bien común.
¿Están realmente pensando en los pobres, como lo hizo Jesús? ¿Buscan poder y bienestar personal? Los líderes políticos deben recogerse en estas navidades, hacer un retiro espiritual; confesarse ante Dios y revisar que intentan sembrar en sus hijos, en las comunidades, en el pueblo. Deben recordar, que Dios observa; sabe quitar la escalera a los que escalan por caminos equivocados, a los incapaces de llevar la cruz, a los que la sueltan, buscando una vía fácil hacia el poder.
A Jesús, lo maltrataron, traicionaron, crucificaron, pero nunca abandonó su meta ni el templo de sus valores cristianos; actuaba con fe, no basado en ambición personal. Perdonó sin abandonar el templo y menos sus feligreses; supo tomar el látigo para sacar los mercaderes y coronado de espinas, siguió dando ejemplo de amor.
En navidad, los políticos deben tener cuidado con los regalos venenoso para los pobres. Dios observa. Imitemos a Jesús quien nunca buscó beneficios personales; permaneció firme en su meta del bien común, aun cuando seria crucificado. Los frutos de sus sacrificios fueron para señalarnos, que los refugios de paz y alegrías no están en las cosas materiales sino en las espirituales.
No olvidemos que los dones, recursos y oportunidades son para dejar huellas positivas, para que florezca la armonía y hacer del mundo un bello vergel. Que, en estas navidades y siempre, imitemos al hijo de Dios, regando valores hermosos, para acabar con la violencia, la ambición desmedida y serenar la nación.