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Llegó el momento

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Llegó el momento de que las autoridades tomen responsablemente las decisiones que entienden el país requiere pensando en lo que conviene a la mayoría, que las fundamenten adecuadamente y las expliquen de la mejor manera posible, y solo el tiempo demostrará si fueron las correctas para el desarrollo del país.

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Desde hace años organismos internacionales como el FMI, economistas, directores de impuestos,
organizaciones empresariales y medios de comunicación han propugnado porque en el país dejemos de
poner parches a nuestro sistema tributario aprobando simples aumentos de impuestos, y hagamos una
verdadera reforma fiscal.

Por eso mediante la Ley 1-12 que estableció la Estrategia Nacional de Desarrollo 2030 se aprobó que
debía arribarse a un pacto fiscal entre las fuerzas políticas, económicas y sociales “orientado a financiar
el desarrollo sostenible y garantizar, la sostenibilidad fiscal a largo plazo”, mandato que sabemos fue
incumplido cuando se aprobó la última reforma tributaria mediante la Ley 253-12 para equilibrar las
finanzas luego del excesivo gasto en la campaña electoral que aumentó el déficit a más del 8% del PIB.

También desde hace años existe una justificada preocupación por el aumento progresivo del
endeudamiento público, por el hecho de que buena parte de este es para financiar gastos corrientes, y
por el muy alto porcentaje del presupuesto destinado al pago de intereses de la deuda, y la reducida
partida que resta luego de descontar este porcentaje, y el del 4% del PIB, obligando a que en cada ley de
presupuesto se contemple una autorización para incumplir con prácticamente todos los demás
porcentajes previstos en leyes especiales para distintos órganos, como es el caso de los gobiernos
locales.

La célebre frase de Benjamin Franklin de que solo hay dos cosas seguras “la muerte y pagar impuestos”,
en nuestro país, como en algunos otros, no es del todo aplicable, pues si bien nadie ha podido conseguir
la receta de la inmortalidad, muchos sí han encontrado la forma de no pagar impuestos, o al menos de
no pagar lo que deberían.

Hasta la reforma de nuestro sistema tributario en el año 1992 las tasas eran muy altas, y se entendía
que la única forma de incentivar el desarrollo de ciertos sectores era creando regímenes de exenciones
fiscales, práctica que ha continuado en el tiempo, en algunos casos porque es la naturaleza misma del
modelo como el de las zonas francas de exportación, en otros porque se entendía necesario para
incentivar el desarrollo de polos turísticos, de la frontera, de la industria cinematográfica, etc., o la
innovación en la industria.

Otras exenciones existen para no afectar principalmente a la población de
menos recursos en aspectos esenciales como es la educación, la salud y la electricidad, servicios exentos
del ITBIS, o bienes esenciales de la canasta básica.

Es innegable que el Estado necesita más ingresos para prestar mejores servicios públicos y atender
múltiples necesidades de la población, pero lo difícil es encontrar la fuente de donde estos saldrán, pues
a la hora del llamado nadie quiere soltar el régimen de incentivos del cual se beneficia justificadamente
o no, nadie quiere pagar más impuestos si considera que ya está pagando mucho mientras otros no
pagan nada o muy poco, y peor aún algunos quieren seguir fundando buena parte de su rentabilidad en
la evasión de impuestos tolerada mediante pagos en efectivo y sin comprobantes fiscales, como es el
caso de muchos profesionales de la salud y otros que operan bajo la sombrilla de la informalidad.

Nada más difícil que ser justo y distribuir equitativamente las cargas, pero si las autoridades quieren
legitimar su reforma fiscal tendrán que intentar serlo tomando las decisiones correctas para el
desarrollo del país, resistiendo presiones, escuchando opiniones sensatas, evaluando de forma
cualitativa y cuantitativa los regímenes especiales y comparándolos con los existentes en países
competidores, propiciando las mejores prácticas de sistemas tributarios más desarrollados y
compactando al Estado para hacerlo más eficiente, pues ni van a convencer a la oposición de sumarse
de buena fe a una decisión país y dejar de tratar de ganar capital político, ni lograrán poner de acuerdo
a todos los sectores, ni a recibir el aplauso de la población, pues a pesar de que mayores recaudaciones
deberían servir para dar mejores servicios públicos especialmente para beneficio de los más vulnerables,
lo que esta teme es que cualquier reforma les va a golpear. Llegó el momento de que las autoridades
tomen responsablemente las decisiones que entienden el país requiere pensando en lo que conviene a
la mayoría, que las fundamenten adecuadamente y las expliquen de la mejor manera posible, y solo el
tiempo demostrará si fueron las correctas para el desarrollo del país.

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