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29 Marzo 2024

Lo que nunca se ha hecho

Juan Bolívar Díaz.

Expertos en publicidad consideraron muy largo el eslogan de Danilo Medina en la campaña electoral de “continuar lo que está bien, corregir lo que está mal y hacer lo que nunca se ha hecho”. El tercer objetivo es el que se ha pegado de forma contundente y perseguirá al gobernante a lo largo de su período de gestión, porque cada día es mayor el reclamo para que haga “lo que nunca se ha hecho”.

Sabemos lo difícil que resultan los cambios en nuestro país, donde se aprueban reformas al por mayor, con una Constitución y leyes redundantes fruto de múltiples concertaciones y pactos, pero que no se logra darle vigencia en gran medida. La circulación vehicular en calles y carreteras es un buen espejo donde se refleja nuestra terrible anomia social.

Danilo Medina proclamó esta semana que no quiere gente pobre viviendo en jaula de oro, ratificando el planteamiento de su discurso de juramentación donde prometió implementar políticas para la promoción de los seres humanos, con modestia, sin sueños de grandeza. Creo que son muchas las ciudadanas y ciudadanos que quieren aferrarse a la idea de que Danilo puede hacer lo que nunca se ha hecho, es decir gobernar para la gente, no para la autoglorificación en cemento.

Este país ha tenido grandes constructores desde Ovando a Trujillo, Balaguer y Leonel, y en verdad puede exhibir una gran urbanización y está sobre el promedio latinoamericano en infraestructuras como puentes y carreteras y ya tiene casi dos líneas de un tren subterráneo. Santo Domingo y Santiago son ciudades modernas por sus edificaciones, e infraestructura vía, de parques y monumentos.

Pero Dominicana sigue siendo una sociedad atrasada con rasgos caóticos, incapacitada para competir en la postmodernidad globalizada, con 41 por ciento en la pobreza e indigencia y otra proporción similar en la cuasi-pobreza al tener ingresos por debajo de los 20 mil pesos mensuales. La falta de oportunidades empujó a millón y medio de los dominicanos y dominicanas a buscársela por el mundo. Con el agravante de que se marcharon muchos de los que tenían más firme decisión de progresar. Por eso tantos son emprendedores exitosos en una veintena de países.

Porque nos concentramos demasiado en la modernidad material, es que quedamos tan atrasados en capacidades, en educación fundamental y para la innovación y la productividad. Por eso los graves déficits competitivos, en comercio exterior, y liderazgos en malversación, corrupción, falta de transparencia, pobreza educativa, en mortalidad materno-infantil, en embarazos de adolescentes y hasta en la persistencia de nuestros beisbolistas en pretender burlar las normas de competencia.

Necesitamos un gobernante que no reproduzca el interés de perpetuarse en monumentos de piedras, que siembre en el alma de la sociedad y de la ciudadanía, aunque los frutos no sean de visibilidad inmediata para reproducirse por múltiples períodos en el poder, como todos los sembradores de cemento.

El desafío es muy grande porque es posible que quien haga lo que nunca se ha hecho hasta sea en principio subestimado, y a lo mejor ni siquiera pueda volver, pero la historia lo reivindicará. Claro que la ausencia de megas-obras puede y debe compensarse invirtiendo en millares de escuelas y centros de salud, en decenas de miles de viviendas para pobres en vez de apartamentos de lujo, atendiendo los innumerables reclamos de las pequeñas y medianas comunidades.

La mejoría en educación, la austeridad, la reducción de la malversación y la corrupción, permitirá a la vez elevar los salarios de maestros y policías, médicos y enfermeras, lo que redundará en mayor seguridad y calidad de vida.

Danilo encuentra un amarre constitucional, institucional y partidario que le impedirá aspirar a una reelección. Si parte de esa realidad y hace lo que nunca se ha hecho, trascenderá y podrá regresar en unos años. Será intrascendente si en circunstancias fiscales y económicas tan adversas intenta reproducir lo que siempre se ha hecho.

Artículo originalmente publicado en el periódico HOY.

Por Juan Bolívar Díaz.

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