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Los "benefactores" morados

El otro, al que llamaron Ladronel, calzaba sus vallas gigantes con la frase “La señal del Líder” o “El Destino”.

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El otro, al que llamaron Ladronel, calzaba sus vallas gigantes con la frase “La señal del Líder” “El Destino”.

¡Pretencioso el tipito!

Éste puso a una de sus alcancías humanas a llamarle “Benefactor”.

¡Más pretencioso aun!

Ambos tienen por modelos, a veces al tirano Trujillo, a veces a Balaguer.

Ambición común que en ambos casos se queda corta.

Porque no son ni lideres, ni tiranos.

 A su lado no tienen ni epígonos de calibre, ni ideólogos de fuste; sino lambones, buscones de la política y alcancías.

Le falta valor y talento dentro de su vocación para la maldad.

Son  malas copias al carbón del caudillismo tradicional.

No llegan ni déspotas ilustrados.

Son especies de enlatados publicitarios imbuidos de banalidad postmoderna.

Dos productos falsificados de la competitividad y la ambición sin límites,  sin méritos históricos, por demás.

Bultero, uno; taimado, el otro.

Parlanchín, el primero; silencioso, el segundo.

Ni conservadores, ni liberales.

Más bien  miedosos engendros de la era neoliberal y del marketing electoral adaptado al “sub-desarrollo” y a la sub-cultura autoritaria.

Criaturas de la comercialización y gansterización de la política, sobretodo.

Sin don de mando y con dones para sobornar, comprar, dilapidar…

Sin poder militar.

Traidores a su origen, sin cansarse de simular.

Ni siquiera llegan a ser “pichones”. Los pichones tienen futuro para ser tiranos, estos no.

Apenas son malos y temerosos imitadores.

Pegados a un poder recolonizado con montones de dinero robado.

 Abrazados a falsas ínfulas de grandeza y a inexistentes capacidades y condiciones para ejercer el poder en términos absolutos.

En verdad carecen de coherencia y autenticidad tiránica para asustar o atemorizar.

La condena nacional-popular a ese tipo de personero de la política mercantil es ya rotunda.

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