“Los cinco primeros minutos”

No es fácil tomar el tren en marcha ni coger el hilo de una conversación ya comenzada, ni situarse en el proceso de un discurso del que no se ha oído desde el comienzo.

Un cordial saludo para todos mis queridos lectores.

No es fácil tomar el tren en marcha ni coger el hilo de una conversación ya comenzada, ni situarse en el proceso de un discurso del que no se ha oído desde el comienzo.

Si soy invitado a la casa de unos amigos, me las arreglo para no llegar después del aperitivo.

Si asisto al teatro, me gusta estar acomodado antes de que suba el telón ambientarme en mi butaca, en la sala, con el resto del público que está a mi alrededor.

Si voy al cine, echo pestes contra los que pasan por delante y me impiden ver las primeras imagines de la película.

Si conecto la televisión para escuchar las noticias, me molesta perderme el resumen inicial de las noticias más importante los titulares. Que otros hablen mientras intento escuchar y me impidan enterarme. De lo que dice el televisor.

En todas partes, siempre, cuando hay varias personas que se reúnen para formar asamblea y para llevar a cabo algo que aprecian, es importante el primer momento, los primeros cinco minutos.

A todos los aficionados les gusta llegar al estadio antes de que el partido comience para vivir el ambiente.

¿Y en nuestras Iglesias? En nuestras Iglesias suele suceder todo lo contrario. La gente llega tarde, se empieza en silencio, como si no importara lo que hacen ni dicen.

Bendita la Iglesia en la que todos los bancos están ocupados unos minutos antes del inicio del servicio religioso.

Les dejo está inquietud para que la mediten. ¿Llegamos tarde a la Iglesia o no?, ¿No nos importa que se esté leyendo la Palabra de Dios?

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.