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Los desafíos continentales: entre lo sombrío y lo esperanzador

Estamos ante una crisis posiblemente terminal de la civilización burguesa, aunque vale decir también que las crisis por sí solas no producen revoluciones, aunque éstas formen parte de sus precondiciones.

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Es necesario admitir que estamos ante un balance precario de  los procesos independientes, que en esta región, al iniciare el Siglo XXI, asumieron un discurso reformador, a veces revolucionario, antiimperialista e incluso, en algunos casos, anticapitalista y pro-socialista.

Las transiciones revolucionarias proclamadas  en Venezuela, Bolivia, Ecuador…, aun con sus evidentes logros políticos y sociales alcanzados, con sus ensayos de participación comunitaria, sus conquistas democráticas y sus avances en cuanto al desmonte de neoliberalismo y recuperación de soberanía, no han  logrado avanzar significativamente hacia la superación progresiva del capitalismo privado, ni hacia el predominio de una orientación dirigida a la socialización de la parte estatizada y hacia la socialización del poder en términos integrales. Ecuador incluso está en franco retroceso.

En esos casos y en otros de menor profundidad reformadora o simplemente reformista resultan inocultables variados niveles de entrampamientos burocráticos copados por diversas modalidades una corrupción no debidamente enfrentadas.

Presentes estas debilidades, el accionar contra-reformador y contra-revolucionario de las cúpulas locales y transnacionales del capitalismo y las derechas y ultraderechas políticas, ha podido revertir temporalmente los cambios emprendidos e implantar allí dictaduras constitucionales mafiosas; en casos más resistentes ha logrado degradar la vocación por reformas transformadoras hacia posiciones simplemente reformistas, estancando y haciendo retroceder parcialmente   procesos inicialmente promisorios.

Esto ha sido así sin que el contra-taque imperialista-derechista haya conjurado todavía los riegos de levantamientos populares radicales en caso de optar por nuevas y más drásticas imposiciones y agresiones imperiales, y sin que su persistente reacción haya podido revocar totalmente -aunque sí afectar y debilitar parcialmente- la tendencia continental hacia la superación de la tutela imperial estadounidense y hacia el avance de la segunda independencia, expresada en grados más limitados y diferenciados a través del ALBA, UNASUR y CELAC.

  • GESTACIÓN DE NUEVAS RESISTENCIAS Y OFENSIVAS.

Más allá de esos hechos contradictorios, en América Latina y el Caribe asistimos a una crisis muy profunda, donde convergen procesos transformadores, más o menos estancado o en descenso y “progresismos” declinantes junto a neoliberalismos integralmente degradados, junto imposiciones neofascistas y/o ultraderechistas.

Al componente sombrío de este panorama se incorporan elementos esperanzadores sin los cuales no podríamos empezar a entender la dialéctica de lo que está ocurriendo.

Por debajo de las jugarretas políticas, los negocios rápidos y las histerias fascistas, brotan las protestas populares multitudinarias, la persistencia de las izquierdas no cooptadas por el sistema (más allá de sus perfiles más o menos moderados o radicales), y la presencia de insurgencias sociales cada vez más masivas,

Ni los cantos de sirena reformistas ni la represión de poderes dictatoriales y corruptos han podido hacer desaparecer o marginalizar completamente esos fantasmas; realidad latinoamericana-caribeña que preocupa a los estrategas del Imperio y optan por una arremetida contra la región  que tiende a desatar nuevos procesos fuera de su control con mayor radicalidad en su accionar y sus propuestas.

Especial agudeza presentan las situaciones post-golpes “blando” en  Paraguay, Honduras, Argentina y Brasil y el auge de las movilizaciones y protestas populares en Haití y República Dominicana.

  • HACIA MAYORES CONFRONTACIONES.

Vale destacar que en el accionar EEUU como imperio inmerso en su guerra global y  sistema decadente, no se trata simplemente de un plan a favor de una “restauración conservadora” del neoliberalismo, como piensan algunos defensores de los avances logrados; si no de una firme determinación a favor de imposiciones contra-revolucionarias, e incluso contra-reformistas, altamente traumáticas, fuertemente impregnadas de una suerte de neofascismo y de agresiones destructivas de imprevisibles consecuencias, que a su vez podrían  generar intensas insubordinaciones populares.

Al mismo tiempo dentro de los procesos de cambios en disputa, la resistencia y ofensiva de las fuerzas populares beneficiarias de las conquistas alcanzadas y proclives a radicalizarlas, determinan periódicos reajustes tácticos dentro de la estrategia imperial contrarrevolucionaria.

Mientras OBAMA combinó lo que llamó poder suave y poder duro, el Gobierno de TRUMP y las facciones de la clase dominante que lo sustentan están decididos al endurecimiento extremo de su contra-ofensiva regional, en otro movimiento pendular de la política exterior estadounidense montada sobre una crisis que FRACCIONA CADA VEZ MÁS SU PODER INTERNO Y DIEZMA SU SUPREMACÍA MUNDIAL.

Las avalanchas migratorias, algunas con modalidades de caravanas marítimas y terrestres, muestra como la indigencia indignada tiende a volcarse hacia los imperios ostentosos y opulentos. Sembraron vientos y están cosechando tempestades.

 Situaciones así no son comunes. Ellas se presentan en determinados periodos históricos y ofrecen oportunidades excepcionales para la fuerzas con vocación  transformadora y con determinación de ruptura del orden, más bien del desorden, dominante.

Hay señales de que el capitalismo actual no está en condiciones de salir por ahora de estas crisis, pero sí está claro que ella tiende a empeorarse y complicarse, con evidente perspectivas de rebeliones crecientes, por lo insoportables y agobiantes que resultan los impactos degradantes del capitalismo y el imperialismo actual contra la dignidad  humana y la vida en el planeta.

Estamos ante una crisis posiblemente terminal de la civilización burguesa, aunque vale decir también que las crisis por sí solas no producen revoluciones, aunque éstas formen parte de sus precondiciones.

En tales circunstancias, para que las perspectivas revolucionarias puedan ser mejores en nuestra América y el mundo es imprescindible promover las justas indignaciones y rebeliones que esta crisis sistémica genera; apoyarlas, participar en ellas, hacerlas crecer y desde ellas construir fuerzas conductoras, nuevas vanguardias y fuerzas transformadoras con propuestas alternativas vía participación de las redes de militantes políticos revolucionarios en las luchas sociales, creación de conciencia y organización antiimperialista y anticapitalista con capacidad articuladora y con proyectos de definida orientación socialista.

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